13. Boing, boing, boing

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Me habría gustado estar presente cuando Percy descubriera el campamento. Me convertiría en una versión insoportable de ese amigo que te insiste en ver su película favorita y no para de pausar entre escenas y bombardearte con datos que probablemente olvidarás en cuanto cierre la boca.

No me cansaría de señalarle cada sitio y asentir frenéticamente con la cabeza  como si fuésemos turistas en Los Ángeles. No pueden faltar los «aja aja» cuando se quedara callado por el asombro. No te podías quedar impasible después de ver lo que yo vi, al menos presenciarlo boquiabierto.


Lo ayudaría a conocer a los otros mestizos, como por ejemplo, Phineas. Un posible primer amigo que lo distrajera del desastre que sería su mente. Con los que solo conocía de nombre o fama podríamos jugar a adivinar quienes eran sus padres o madres divinas. Que viéndolo de esa forma la dinámica era aplicable con todos menos con Phineas.

Roma no se construyó en tres días como tampoco nadie se vuelve popular en tres días. La historia del Mataminotauros me incluía pero todos ya identificaban a Percy Jackson como quien dio el golpe de definitivo. Mia Morgan era quien lo ayudó a ser el héroe, Nate el chico raro que seguía en coma y Grover el sátiro maravilloso que nos iluminó el camino al Campamento Mestizo.

Sabía de primera mano que ninguna de las fuentes confiables: Grover y yo, habíamos hablado de lo ocurrido con los campistas. Y no era necesario, los rumores vuelan y se modifican. Lo más loco que llegué a escuchar era que a Percy le habían salido alas y se batió a duelo con el monstruo danzando en el aire mientras Grover marcaba el ritmo con una flauta.

Yo no quise dar "conferencias" para contar mi versión porque no me apetecía y no le veía el punto. Las masas pierden el interés en ti cuando no tienes nada jugoso que ofrecer por lo que fui agua pasada desde el primer minuto. Lo que me venía bien, no deseaba la atención ni adoración de un público cuando en parte tenían razón, Percy fue quien salvó el día y yo hice... algo.

Dejando a un lado mi posición en la pirámide social, digamos que ninguno de mis planes respecto a Percy el nuevo logró llevarse a cabo. Porque entre el desear y el poder había un abismo que me empujaba al lado más deprimente.

Cuando dije que ya era hora de irme Percy abrió los ojos transmitiendome un mensaje de auxilio.

—¿Cómo que no vienes?—su tono suplicante no pasó desapercibido.

«¡¿Vas a dejarme solo con el centauro?!», me gritaba en silencio.

—Lo siento. —susurré.

La mirada de Percy se suavizó en un «por favor».

Es ley que la persona que te convence de hacer algo de lo no estabas seguro debe acompañarte durante todo el proceso. De no ser posible que esté presente se acepta apoyo moral pero la cuestión es que no te empuje a las arenas movedizas y se vaya.

—Mia. —dijo Quirón, que nos había estado observando callado— Si quieres puedes acompañarnos.

Me mordí el interior de la mejilla.

—No puedo. Me he perdido mis últimas tareas por estar...— «escondida en la 11»—ayudando a Castellan en sus cosas de líder. Dos mentes trabajan mejor que una, y todo eso.

Mis órganos se vomitaron sobre otros órganos y esos órganos a su vez les devolvieron el vómito. De tener rayos x en los ojos Quirón habría visto como mi cuerpo rechazaba la idea, afortunadamente era un centauro promedio y se tragó la excusa con entusiasmo.

—¡Eso es maravilloso!, más tarde lo felicitaré por su iniciativa. Es lo que siempre digo: las primeras malas impresiones merecen una segunda oportunidad —puso una mano sobre mi hombro, de pronto me sentí como un insecto a su lado—. ¿Por qué no vas a la armería? Cuando estés libre, por supuesto.

A través de la niebla || PJO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora