23. No podemos estar en todas partes

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Papá se volvía una versión más chispeante de si mismo cuando me contaba historias de su niñez. No era la gran cosa a los ojos de cualquiera, pero yo siempre le daba máxima atención porque me parecían interesantes, y era raro que quisiera compartirlas.

Lo poco que conocía de sus padres, mis abuelos, era que se divorciaron pronto. Cada uno por su parte ofrecía a su hijo tiempo completo para que no notara la diferencia.
Mi padre vivió de casa en casa, teniendo dobles cumpleaños y viendo como sus padres construían sus vidas por separado. Que fue mucho mejor a que estuvieran juntos e infelices.

Antes del divorcio él tenía vagos recuerdos de momentos los tres juntos. Sobre todo ir a acampar, ya me dio esa charla de lo favorecedor que es un aire más puro, el esfuerzo manual y la paz que transmite el silencio solo encontrado allí.

Yo tenía una firme opinión de que la existencia de osos hambrientos o arañas que se meten en la ropa era un punto negativo, aunque su forma de hablar sobre lo placentera que podía ser aquella actividad opacaba lo demás.

Me prometió que algún día lo haría en mi compañía, para demostrarme lo equivocada que estaba.

Pues, mira por donde, cumplí su deseo a medias. Me sentía terriblemente desgraciada.

Acampamos en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo estaba lleno de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos.

Teníamos algo de comida y unas mantas de casa de la tía Eme, pero no nos atrevimos a encender una hoguera para secar nuestra ropa. Las Furias y Medusa nos habían proporcionado suficientes emociones por un día. No queríamos atraer nada más, estábamos agotados como para defendernos con todas las de la ley.

Decidimos dormir por turnos. Percy se ofreció voluntario para la primera guardia.

Annabeth se acurrucó entre las mantas y Grover revoloteó con sus zapatos voladores hasta la rama más baja de un árbol, se recostó contra el tronco y observó el cielo nocturno.

Me daba pánico que algún insecto fuera a meterse en mi boca y me lo tragara mientras dormía. Me cubrí de pies a cabeza ante la idea. Abrazé a la manta como si fuera un campo de fuerza contra animales.

Los parpados me pesaban, a pesar de mis pocas ganas de dormir y quedar expuesta me rendí. Yo estaba al pendiente de una amenaza física y olvidé que hay más de una forma de importunar la paz de un mestizo.

Soñé.

Supe que algo estaba pasando en cuando llegué a una habitación en penumbras. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y allí reconocí lo amplio que era el lugar. Había una muy tenue imitación de luz proporcionada por mariposas pegadas al techo. Tenía paredes blancas, muebles blancos, predominaba la ausencia de color por donde quiera que se le viese. No había ventanas ni ninguna puerta abierta por donde corriera el aire o objetos que delataran que alguien vivía ahí. Era deprimente.

Destacaba solitaria en el suelo en un tono rojo oscuro pedazos rotos de una cajita de música. El diseño era curioso, tenía grabada en los laterales un símbolo en espiral. Desprendida del conjunto había un hada en miniatura a la que faltaba un brazo.

Me fijé en un cuadro encima de la cama personal, era gigante me descolocaba no haberlo visto antes. La imagen estaba arruinada por unos rayones negros que tachaban gran parte de la foto , si te acercabas era cuando podías reconocer que se trataba de una familia.

La madre sonreía ampliamente hacía la cámara, su melena roja estaba despeinada. Mantenía una figura recta sentada en una silla de tapizado verde. En su regazo se hallaba un bebé de pie, se apreciaba que era niña de escasos mechones pelirrojos. La captaron en un ataque de risa donde enseñaba unas encías sin dientes jugaba con los mejillas de su madre, a quien parecía no importarle. Sujetaba a su hija por los pequeños brazos luciendo unas pulseras de perlas. El padre estaba inmóvil junto a las dos con una mano descansando en el respaldo de la silla. Llevaba un impecable traje azul marino con un broche dorado prendido del bolsillo izquierdo del saco. Sus ojos estaban en la bebé, tenía los labios curvados como amenazando con romper la compostura. La cámara había plasmado el brillo de felicidad que desprendía, los tres lo hacían.

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⏰ Última actualización: Mar 12 ⏰

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A través de la niebla || PJO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora