Capítulo 37

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Un año y medio había pasado,  parecía como si una incipiente calma abordaba a toda la familia Decanini.
Hailey y Jayden de habían casado hace unos meses y ahorita estaban en su luna de miel.
La manada Johnson también gozaba de una peculiar calma que inquietaban a la Alpha y la Luna de la manada.

—¿Elira? — se levantó Irina buscando a su mujer por toda la manada, no la encontraba por toda la casa del Alpha.—¿Amor? — escuchó un grito de su mujer en la planta baja, no dudó en correr.

Hasta que la encontró forcejeando con un hombre alto, de complexiones más bruscas de las normales. —Corre Irina— gritaba la chica, visiblemente golpeada, tratando de separarse de aquel ser, que la quería controlar en el piso.

La bruja blanca comenzó a lanzarle hechizos, pero muy apenas le hizo algo, aquel ser se separó de Elira y tomó a Irina del cuello.

—Suéltala — gritaba tratando de levantarse para ayudar a Irina, pero el dolor era insoportable.

—Bruja que mancilló mi linaje — era un hombre lobo original — más vale que me traigas a la menor a las Decanini de sangre, sino matare a tu loba —mordiendola en el cuello, dejando su dentadura encajada en la bruja blanca.

—Elira— estaba tratando de contener la hemorragia de su cuello, mientras trata de agarrar a su mujer.

—¡Yo no soy como tú ! — gritaba la última Johnson, mientras se trataba de agarrar de la madera del suelo para que no se la llevaran.

Pero aquel lobo era mucho más fuerte y se la llevó arrastrando.

En la ciudad celestial, ahí era donde Adriel había llevado a Romina y Rowina, era la única manera de que estarían a salvo. Cuando los Decanini estaban en casa, las dejaba a salvo con ellos.

—Parece que Romina, está encantada con Mateo — decía Rowina viendo como el ángel cargaba a la pequeña lobita, la llevaba volando.

—¡Más alto! — gritaba La Niña de dos años bien agarrada de la espada de Mateo Lightson.

—¿No le tienes miedo a las alturas? — le preguntó Mateo acomodandome el cabello.

—No, mi hermana me llevaba volando— comentó emocionada Romina.

Adriel solo abrazaba por la espalda a su mujer— sabes siempre espere que un día vivieras aquí en la ciudad celestial conmigo — le contesto, mientras ambos entraban a la casa del Ángel.

—Solo estoy aquí de paso, mi lugar es en la tierra y lo sabes — le dijo Rowina sentandose en la sala.

—Tú lugar es conmigo y lo sabes — acercandose a ella acariciando sus hombros besando los mismos. Rowina ya no temblaba al toque del Ángel.

— Hadiel — suspiró, se encontró con su mirada y no pudo evitarlo, lo beso, era un beso lleno de necesidad.

—Odio tener que fingir tanta formalidad frente a todos — para seguir besandola con fiereza— otra vez has logrado encantarme Rowina— acariciando abajo de su blusa, pero se detuvo rápidamente.—Lo lamentó, no quiero incomodarte—

—Espera necesito que entiendas que ya no soy la misma — le dijo Rowina y se aventuró, se separó rápidamente de él. —¿Por qué crees que uso ropa holgada que casi no muestro nada? —

—Sabes que no necesitas contarme sino quieres Row— pero lo interrumpió.

—Pero yo quiero contarte Hadiel, no se que me pasa contigo, pero me encanta sentir esto por ti— suspiro y comenzó a quitarse la gorra que cubría su cabello negro, el suéter 4 tallas más grande que ella, mostrando sus pálidos brazos llenos de cicatrices.

La llamada del alma gemela Where stories live. Discover now