Parte 8

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Mientras más tiempo pasaba, la atracción que sentían hacia el otro aumentaba. Tan solo bastó una pequeña probada para darse cuenta de lo mucho que se habían demorado en compartir sus sentimientos de manera física. Cada vez que sus labios se tocaban, los inundaba el amor que sentían por el otro, además del sentimiento de que nunca era suficiente.

En general, conseguir tiempo libre para verse era complicado, la comisaría necesitaba policías, por lo que terminaban cubriendo turnos extra para equilibrar la falta de alumnos en varias ocasiones. Sus muestras de afecto se limitaban a la puerta del garaje de comisaría al despedirse, el auto de Volkov al llegar al trabajo, y de vez en cuando en sus departamentos, si sus horarios lo permitían.

Poco a poco, a pesar de las circunstancias, lograron descubrir más del otro. Como a Horacio le gustaba palpar y trazar sus músculos, como un punto débil de Volkov eran las orejas, como al ruso le gustaba besar la frente de su pareja cada vez que podía. El de la cresta se había acostumbrado, e incluso había aprendido ya algunas de las frases en ruso que susurraba su amante en los momentos más oportunos, y por sobre todo, había aprendido a utilizarlas en su contra.

Después de semanas, por fin les tocó tener un día libre juntos. Horacio estaba muy seguro de lo que quería hacer ese día, quería tener a ese gran hombre ruso completamente a su merced. Se levantó, se duchó, tomándose su tiempo. se afeitó la barba que llevaba creciendo unos días, y se ocupó de su laborioso peinado.

Evaluó por un buen rato el contenido de su armario, y después de varios minutos en ropa interior, se decidió por estrenar una nueva camisa que había comprado el otro día. Volvió al baño para observarse bien al espejo, llevaba una camisa negra semitransparente que no dejaba mucho a la imaginación, a eso le agregó cuatro botones desabrochados que dejaban al descubierto la mayor parte de su pecho. El resto de la camisa la metió ordenadamente dentro de un negro pantalón de tiro alto, ajustado con un cinturón negro y decorado con una cadena. Se inclinó, tomó el delineador, y a solo centímetros del espejo pintó de color negro la línea inferior de pestañas como le gustaba. Con una pequeña brocha, tomó un poco de sombra de ojos negra y la esparció por sus párpados de forma que quedaran iguales, difuminando el pigmento hacia el exterior. Roció todo su cuerpo con el perfume que solía usar, y una vez estuvo satisfecho buscó sus botas militares, perfectamente cuidadas, y se las puso. El sonido de su celular lo interrumpió, revisó, era un mensaje de Volkov.

"No tengo muchas ganas de cocinar ¿Pedimos algo?"

Miró la hora, ya iba a ser la una.

"¡Sorpréndeme! :p"

Volkov recibió el mensaje y decidió pedir pizza, no había cómo fallar así.

El ruso se dispuso ese día hacer un ligero esfuerzo más para vestirse, sabía como a su pareja le gustaba jugar con las prendas, ¿Por qué no hacerlo por él? Tomó una camisa blanca y se la puso, dejando los primeros dos botones abiertos. Se vistió con unos pantalones de vestir negros, y en vez de utilizar un cinturón como siempre lo hacia, tomó unos tirantes de cuero que tenía y se los cololocó con cuidado. Decidió no usar zapatos, ya que no saldrían de su departamento.

Pocos minutos después sonó el timbre. Volkov se volteó hacia la puerta extrañado, era muy rápido como para que llegara el repartidor, y Horacio ya tenía una llave propia. Caminó hacia la puerta y la abrió. Frente a él se encontraba un erguido y orgulloso Horacio, vestido completamente de negro, perfectamente maquillado, con el pecho casi completamente descubierto, y el resto del torso totalmente a la vista. El ruso lo miró de arriba a abajo, claramente lo había hecho a propósito, solo bastaba ver su expresión para saberlo. Ingresó al departamento pavoneándose frente al comisario, ufanándose con una pícara sonrisa por haber logrado la reacción que quería.

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