Lights will guide you home

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—¿De verdad he de ir?

—Sí, hazme caso por una vez, no seas tonto.

—Jiang Cheng, ¿pero tenía que ser hoy?, ¿en mi cumpleaños?

—¿Y qué más da?, igualmente no íbamos a hacer nada, ¿o sí?, al menos sal a cenar y diviértete.

Jiang Cheng y Wei Ying vivían juntos en un humilde barrio de Londres. El apartamento era pequeño, pero lo habían convertido en un lugar muy acogedor. Además, estaba cerca del metro, el vecindario era tranquilo, y podían pagar el alquiler sin sufrir para llegar a fin de mes.

—Ponte la americana negra —dijo Jiang Cheng, acercándose a la habitación y observando detenidamente cómo iba vestido Wei Ying.

—¿La negra? —cuestionó Wei Ying, mirando a Jiang Cheng y torciendo el gesto.

—Sí, la negra. Ya lo dijo Coco Chanel: «¡el negro arrasa con todo!» —exclamó Jiang Cheng.

—¿Y eso? —se rió Wei Ying, no era propio de su hermano decir algo así.

—Pffff... ¡y yo que sé!, alguna gilipollez que habré escuchado de mis clientes —protestó Jiang Cheng, poniendo los ojos en blanco y sentándose bruscamente en la cama.

Jiang Cheng trabajaba como entrenador personal, y era realmente bueno. Era profesor a media jornada en uno de los mejores gimnasios de Londres, y se sacaba un sobresueldo dando clases particulares presenciales y online. Incluso tenía clientes de otros países y su propio canal de YouTube.

A diferencia de su hermano, Wei Ying era comercial en una gran empresa turística, y hacía lo que podía para mantenerse a flote. Se trataba de una profesión muy cambiante y sacrificada, pero él era honesto y extrovertido, y eso gustaba a los clientes.

—Pero es que ya llevo una camiseta negra debajo, y los pantalones también son negros —replicó Wei Ying.

—Pues ponte una camiseta de otro color, si no va a parecer que vas a otro funeral —dijo Jiang Cheng bromeando.

Wei Ying se puso rígido, frunció el ceño y miró fijamente a Jiang Cheng, como si su hermano acabara de decir la mayor barbaridad del mundo.

—¿Qué? —se quejó Jiang Cheng, haciendo un gesto con la cabeza y cruzando los brazos—. La psicóloga nos dijo que debíamos burlarnos del tema ¿no?

—Usar el sentido del humor, Jiang Cheng, usar el sentido del humor para enfrentarnos a nuestras penas y mejorar nuestra actitud... —explicó Wei Ying, corrigiéndole—. ¡No es lo mismo en absoluto!

—¡Ja!, ¡como si hubiera alguna diferencia con lo que acabo de decir! —bufó Jiang Cheng.

A veces la vida puede ser dura, inaguantable, insoportable, triste... y por desgracia ellos dos lo sabían muy bien. Wei Ying perdió a sus padres cuando era pequeño, y como no tenía ningún otro familiar que pudiera ocuparse de él fue trasladado a un orfanato. Afortunadamente, la familia de Jiang Cheng lo adoptó tan solo unos meses después.

Vivió con ellos algunos años, asimilando su pérdida y aprendiendo de nuevo a ser feliz, hasta que la muerte se cruzó de nuevo en su camino: los padres de Jiang Cheng y su otra hermana fallecieron en un accidente de coche. Un conductor borracho que iba en dirección contraria chocó con ellos, causando sus muertes en el acto.

Wei Ying y Jiang Cheng se quedaron solos, y el dolor llegó en forma de discusiones, enfermedades, insomnio, cansancio... Tardaron demasiado en darse cuenta que necesitaban ayuda. La terapia duró algunos años en los que se fue gran parte del dinero que sus padres les habían dejado en herencia, todo para poder tratar ese dolor, aceptarlo en la medida de lo posible, y seguir adelante con sus vidas.

Lights will guide you homeWhere stories live. Discover now