Día 24 ⭐

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Escena entre los relatos de los días 20 (cielo) y 21 (invierno).

Las volutas de humo gris flotan en el aire. Entre dos tiendas de Hogsmeade, a cubierto del viento de otoño que ya empieza a ser helado, apoyado en la pared del callejón, Sirius aspira y expulsa el humo con un suspiro que le nace en el fondo de la garganta y James, sentado en los escalones de una trastienda, imita el suspiro aunque no está fumando. Todavía es octubre, pero tienen diecisiete años, la capa de invisibilidad y el Mapa de los Merodeadores y unas ganas descomunales de salir de Hogwarts. Sin Remus ni Peter. Sólo ellos dos.

Es sábado por la tarde y Sirius estaba muerto de aburrimiento en la torre de Gryffindor. Supone que Remus estaría estudiando con Lily en la biblioteca, y Peter, entretenido con cualquier cosa en la Sala Común. Cuando James entró en la habitación, bastaron una mirada y un par de palabras y ya estaban en ropa causal, recorriendo los pasillos bajo la capa como hacían cuando eran unos mocosos de primero y la tela los cubría por completo. Ahora tienen que caminar muy despacio para que no se les vean los pies por debajo y en el trayecto hasta el pasadizo de Honeydukes es imposible contener la risa. Sobre todo cuando se cruzan con Snape y susurran "Snivellus" con voces de ultratumba, dándole un susto de muerte.

La vida del pueblo mágico es muy diferente sin el bullicio de decenas de magos y brujas adolescentes chillando y correteando de un lado a otro. Se respira el sosiego típico de los pueblos, con las voces de los vecinos saludándose y los sonidos de los negocios abiertos llenando las calles.

–He terminado el poema para Lily –dice James en un hilo de voz, rompiendo la atmósfera silenciosa que los rodea, perdido en sus pensamientos.

–¡Alabado sea Merlín por escuchar mis plegarias! –exclama Sirius elevando los brazos al cielo. Pero James, acostumbrado a su teatralidad, se ríe y continúa hablando pensativo.

–Se lo daré esta noche. –Y la sonrisa de su cara se hace más grande ante la escena de su mente. Lily y él solos, en la entrada de la Sala Común, y el haiku sobre lo que siente por ella en sus preciosas manos. Se le forma un nudo en la garganta–. Por casualidad no tendrás un poco de suerte líquida.

–¡Tonterías! –Agita la mano libre del cigarro por encima de la cabeza de James, como queriendo así apartar esos pensamientos–. No necesitas más poción que esto –dice, sacando de un bolsillo interno de la chaqueta de cuero una botella de whisky de fuego.

–Dudo que verme borracho ayude a que me acepte.

–Sólo necesitas confiar más en ti mismo. –Se encoge de hombros y da un trago a la botella.

Pero James no parece muy convencido. "Para él es fácil decirlo", piensa. Sirius desborda seguridad en sí mismo. Y aunque sabe que la mayoría de las chicas de su curso lo consideran atractivo, con Lily siente que sus complejos se multiplican.

–También puedes pedirle que lo lea luego, en privado –sugiere después, y a James se le iluminan los ojos al pensar en esa posibilidad–. ¡Por las barbas de Merlín, parece que te han dado un filtro de amor!

–Estoy enamorado. –Le arrebata la botella para dar un trago. El alcohol quema sus entrañas en su paso hasta el estómago, que al instante se calienta y hace que el calor se expanda por su cuerpo.

Sirius le mira a través del humo y se ríe con un poco de pena y otro poco de felicidad.

–Ya lo sé, Cornamenta. Ya lo sé. –Porque sabe que James está enamorado desde antes de que se diera cuenta. Desde el primer día que dijo que Lily Evans le parecía la chica más guapa de la escuela, jugando a verdad o atrevimiento en la habitación, una de las tantas noches en vela.

–¿Y qué hay de ti? –pregunta James de pronto–. Hace mucho que no te veo detrás de alguna chica. ¿No tienes algún ligue que yo desconozca?

No esperaba que preguntara eso. Intenta disimular dando otra larga calada, ocultando la sonrisa que se ha formado en su rostro tras el humo. Es cierto que desde el año pasado no va detrás de ninguna chica porque sólo tiene ojos para una persona concreta. Remus. Lupin. Lunático.

–Hay alguien –responde simplemente. Pero su voz suena distinta y esa sonrisa no sólo en su boca sino también en sus ojos. Y James sabe que ese alguien es especial.

–¡Ah! –exclama de la sorpresa, emocionado–. ¡Estás enamorado!

–Sí. ¡¿Q-qué?! –La revelación de James le hace atragantarse con el humo y empieza a toser de forma exagerada, como todo lo que hace.

–Lo veo en tus ojos –dice James mientras le da ligeros golpecitos en la espalda como si así fuera a ayudarlo a calmar la tos–. ¡¿Así se me nota a mí?! –pregunta con cara de horror.

La tos desaparece y Sirius respira hondo antes de contestar:

–No tengo ni idea de qué habrás creído ver, pero te aseguro que a ti se te nota más, mucho más.

–¿Y quién es? ¿La conozco?

Sirius no está preparado para que sus amigos descubran que la relación entre Remus y él es más que amistad fraternal como la suya. De momento. Así que desvía el tema lo mejor que puede.

–No pienso decirte nada hasta el día que Evans pase a ser la Señora Potter.

–¿Tendré que esperar a casarme?

–Será mi regalo de bodas.

Tira la colilla al suelo y la pisa con el talón de sus botas de motero. James bebe las últimas gotas de whisky y se levanta de las escaleras.

–Júralo. –Hay una chispa en su mirada. El brillo de un gamberro dispuesto a aceptar esa promesa como un reto. "Si consigo casarme con Lily, tendrás que decirme de quién estás enamorado".

–Palabra de Merodeador –responde Sirius, con la misma chispa en sus ojos grises–. Anda, volvamos a Hogwarts.

Pasa uno de sus brazos por los hombros de James y le revuelve más ese pelo negro que siempre está despeinado, descolocando las gafas con el movimiento. Los dos ríen, se dan golpes y disfrutan del camino de regreso a la tienda de dulces.

Cuando entran en el castillo, ya es de noche y los pasillos están desiertos. Sólo tienen que esquivar a quienes vigilan la oscuridad.

–Deséame suerte –dice James antes de salir de la habitación, con el poema en la mano y el corazón desbocado.

–Ya te dije que no la necesitabas. ¡Ánimo, Cornamenta! –Sirius le sacude hasta sacarle una risotada y entonces le suelta–. Tú puedes.

James sonríe con más determinación que nunca. Más incluso que antes de un partido de quidditch. Y abandona la habitación, que queda en silencio y casi vacía de no ser por él. Mira a su alrededor y una idea cruza por su mente al ver la cama de Remus, perfecta y pulcramente hecha.

Sin pensárselo dos veces, se deja caer boca abajo sobre el colchón, revolviendo las sábanas y captando el inconfundible olor impregnado en ellas. Un lánguido suspiro escapa de su boca. Quizá, sólo quizá, sea verdad que está un poco enamorado.

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N/A: Intenté no caer en mencionar la Amortentia y pensé en otras pociones. Así que nació esta escena. Sirius y James necesitaban su relato propio en esta recopilación. Esa camaradería, esa fraternidad... son inspiradoras.

PD: Ya tengo ideas para los dos relatos siguientes, que son los días que me faltaban para completar el reto, por lo que los publicaré pronto.

Cuentos de octubreWhere stories live. Discover now