Enfoque manual

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Hizo un acercamiento al pecho desnudo, los pectorales brillantes por el aceite que le habían untado minutos antes, flexionados para marcarse más.

Clic.

Zoom out.

Una toma que deja ver su cuerpo y su rostro, las alas rojas extendiéndose detrás de él en todo su esplendor.

Clic.

Zoom in.

Apuntó a su rostro: la sonrisa seductora, la nariz afilada, los ojos dorados enmarcados con delineador negro, el cabello castaño cuidadosamente desordenado por la estilista...

Clic.

Finalmente tomó la última foto del día, satisfecho bajó la cámara y sin dedicar otra mirada al modelo caminó hacia el monitor para revisarlas. Sintió como se colocaba detrás de él, las alas tapando la luz.

—Son muy buenas —tenía una voz bonita—, cómo no iban a serlo si salgo yo en ellas y las tomaste tú —lástima que la usaba para decir cosas tan engreídas.

—Salieron bien —contestó Dabi honestamente, sin despegar la mirada del monitor—, buen trabajo.

—¿Oíste Rumi? —gritó. Al girar para alejarse golpeó al fotógrafo con un ala, sin darse cuenta, tampoco se percató de la mirada iracunda que éste le dirigió—, Dabi me acaba de decir que hice buen trabajo.

—Síp—le dijo entre carcajadas—, también vi cómo lo golpeaste con el ala cuando venías a «presumirme».

Dabi contuvo la risa al ver la cara aterrada del modelo que volteó a verlo con los ojos llorosos de vergüenza.

—Perdón —corrió para acercarse alargando la o y se dejó caer al piso dramáticamente en una reverencia—, no era mi intención —Miró hacia Dabi, la expresión cambiando por una sonrisa maquiavélica—. Déjame que te compense invitándote a cenar. ¿Ya acabaste por hoy?

Dabi giró los ojos, aguantándose las ganas de sonreír.

—No, tengo que editar tus fotos y las de Rumi hoy —rodeó a Keigo para ir a su oficina.

Keigo hizo un puchero y se levantó.

—Y quítate las alas, vas a golpear algo importante y tirarlo —le dijo antes de encerrarse.

—No te rías —regañó Keigo a Rumi, que se doblaba sobre si misma sosteniéndose el estómago.

Se quitó las alas y las colocó con cuidado en el lugar donde estaban los props para las fotos y con la toalla húmeda comenzó a limpiarse el aceite, sin dejar de hacer puchero.

Dabi se dejó caer en su silla, dejó que la sonrisa que había contenido se extendiera por su rostro y soltó un suspiro. Metió la memoria a su computadora y abrió el programa de edición. Las fotos de Rumi eran fáciles de editar, así que haría esas primero. Las de Keigo, por otro lado, tenía que borrar los tirantes de las alas en todas, era mucho más trabajo. Al menos se podía entretener observando a sus anchas y descaradamente al hombre, o bueno, sus fotos.

Cuando terminó de editar era ya de noche, como siempre que se concentraba en su trabajo perdía la noción del tiempo. Apagó todo y tomó su abrigo.

Saliendo de su oficina se encontró con Keigo. Estaba sentado en uno de los sillones, viendo algo en su celular. Cuando Dabi salió lo dejó a un lado y alzó la cabeza.

—¡Dabi! —se puso de pie de un saltito y empezó a caminar hacia él—, ¿acabaste?

—¿Qué haces todavía aquí? —Keigo se detuvo en seco a medio camino.

Enfoque manual (dabihawks)Where stories live. Discover now