Capítulo 36

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Mientras sus estudiantes desarrollaban una actividad en equipo, se quedó viendo el bolso de uno, sin enfocarlo en realidad, recordando.

    ¿Había sido tan estúpida? ¿Tan ciega a la verdad?

    Su prima nunca la quiso. Tania nunca estuvo para ella. ¿Como pudo creer tal mentira? ¿Cómo pudo? Sólo el ver sus expresiones anoche, sólo el prestar atención a sus palabras; en el cómo quería sembrar en ella más inseguridad, en el cómo le fingía...

    ¿Por qué recién se daba cuenta de todo eso?

     Tania no era una buena mentirosa. Pero igualmente le había creído. Por años. ¿Tan desesperada por tener a alguien más que no fuera su mamá... estaba?

    Nuevamente, la pregunta que lo concluía todo llegó:

    ¿Le sucedía lo mismo con Dylan?

     Su celular vibró, llamando su atención. Sin embargo, no lo leyó.; un estudiante se había aproximado en ese momento para preguntarle algo.

   Cuatro minutos después, abrió el mensaje, lo leyó, bloqueó el teléfono rápidamente y lo dejó a un lado, en su sitio habitual.

   Su corazón retumbaba.

   ¿Tan pronto iban a salir? ¿Tan pronto? ¿¡Por qué tan pronto!?

    Otro alumno se acercó y le hizo saber de sus confusiones, sin saber que Alice tenía las propias.

    ¿Qué se iba a poner? No conocía ese lugar, ¿qué era? ¿QUÉ ERA? ¿QUÉ SE IBA A PONER?

    Era un caos por dentro, pero por fuera era serena y comprensiva. Incluso sonrió.

    ¿QUÉ ERA ESE LUGAR? ¿QUÉ IBA A PONERSE? ¿POR QUÉ TAN PRONTO?

    —Gracias, profesora —dijo el jovencito, alejándose mientras mantenía su mirada en su cuaderno.

    Alice sólo lo miró irse. Y entonces vio que éste hacía parte del equipo de Sofía, quien en ese momento tenía una mirada sospechosa sobre su persona.

    Tragó.

🔸🔸🔸

     —Renuncio. No voy a ir —dijo, cerrando las puertas del armario con fuerza. Su mamá entró en ese momento y levantó una ceja.

     —No te escuché, mi amor —ahuecó su oído y, entrecerrando los ojos preguntó—: ¿Que estabas escapando de quién?

    Alice frunció el ceño a su dirección, abrió la puerta de su armario nuevamente, adentró la mano y sacó lo primero que tocó.

    La mayor ladeó la cabeza, evaluando definitivamente a la prenda que sostenía. Luego levantó la mirada, le brindó un pulgar arriba, y sin decir una sola palabra, salió de la habitación para seguir barriendo.

    Fue el turno de Alice de evaluar.

    Levantó el vestido al cielo, y mordió su labio inferior. Era verde, y casi nunca se lo puso porque, a pesar de que le parecía bonito, había prestado más atención a lo que Tania opinaba sobre él...

    Y la opinión no era nada buena:

    —¡No te lo vayas a poner! A cualquiera le da cáncer de ojos con esa cosa.

    Se centró en los detalles: tenía de decoración loros, varios y pequeños loros alrededor de hojas elegantes. Los colores eran sutiles en estos; verde claro, amarillo, blanco, rojo. Le gustaba ese vestido. Lo había conseguido en las artesanías del pueblo que hace varios meses atrás visitó.

   Era bonito.

   A ella le gustaba.

   Y eso era lo que importaba.

   No iba a dejar que la opinión de otro afectara a su decisión. No más.

   Así que, quitándose la toalla, se puso la ropa interior y estuvo a punto de ponérselo, pero entonces...

    —¿No usas sostén?

   Ella lanzó el vestido lejos por el susto y luego rápidamente lo recogió para cubrirse. Había gritado, y Mary gritó también desde la sala. Apareció pronto, y se llevó a Dylan mientras cubría sus ojos con sus manos.

    La mayor exclamó, roja:

    —¡Pensé que ya te habías vestido!

    —¡Estaba pensando! —contestó, mientras casi se caía al intentar ponerse el vestido.

    —¿¡Por quince minutos!?

   Alice se detuvo. ¿Se había quedado de pie, mirando lo que se pondría, por tanto tiempo?

    —¡N-no debiste dejar que entrara!

    —¿¡Por qué no cerraste la puerta de tu habitación!?

    Alice abrió la boca y la cerró. Un botón se enredó con su cabello. Procedió a tratar de liberarlo.

    —¡Fuiste la última en salir, debiste cerrarla!
    
   Desde la sala, Mary posó sus manos en su cadera y golpeó con la suela de su chancla la blanca baldosa.

    —¡Tenias que hacerlo tú! ¡Es tu  error. Tu error por esperar que alguien haga algo por ti cuando bien podías hacerlo tú!

    Silencio.
   
    Alice salió de su habitación. Vestida, enojada, y despelucada, miró a su mamá.

    —¡Porque tú una vez-

    Dylan, que estaba con los brazos cruzados apoyado en la pared amarilla a su lado, dijo, sólo para sus oídos:

    —Podrías arrepentirte después.

   Y entonces reaccionó.

   En shock por su actitud, con los ojos puestos en la mayor, se dio cuenta... Mary esperaba las palabras que la romperían.

    Retrocedió un paso, horrorizada. ¿Qué le estaba sucediendo? Ella... ella no era así. Posó sus ojos llenos de pánico en Dylan, y este se le quedó mirando.

    ¿Qué estaba pensando? ¿Qué era lo peor por haber estado a nada de lastimar a la única persona que tenía y que-

    —Bonito peinado.

   Frunció el ceño. Y para su sorpresa, su madre se rió.

   Ella se le acercó, tomó su mano y la envió hacia su cabeza y- TENÍA UN NIDO DE PÁJAROS.

     —No nos sigas, niño. —le dijo Mary a Dylan.

     Prontamente, fue arrastrada de nuevo a su habitación. Se sentó ante la orden silenciosa de la mayor, y la miró a través del espejo mientras esta tomaba un peine rojo y comenzaba a desenredar su cabellera.

    Quiso disculparse, pero ninguna palabra salió.

     —Está bien, cariño, está bien.

    Alice se sintió como una niña llorona de nuevo.

    —También es mi culpa —prosiguió, causando que hiciera una mueca cuando jaló un poco fuerte—. Estaba tan distraída viendo la novela, que cuando abrí la puerta sólo le dije: "Sigue, hijo, sabes donde encontrarla". Te juro que pensaba que ya te habías vestido.

    Alice vio el reloj sobre el escritorio, y recordó la adicción que su madre tenía con el drama coreano que daba a esa hora... También recordó que una vez se le quemó la leche por esa razón.

    —¡Hagamos de cuenta de que esto nunca sucedió! —concluyó Mary abruptamente, haciendo que saltara en su lugar. En ese momento, él apareció en la puerta, alertado por los gritos. Sin embargo, la mayor no se dio cuenta, porque lo siguiente que soltó fue—: Dylan no te vio desnuda.

    Alice gimió.

El Error de Dylan Ferrer | Tomo 1&2Where stories live. Discover now