tres

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Después de unos segundos de meditación, Christopher se puso en pie y no duda más en irse una vez más a la galería de arte. Y no por las supuestas obras de arte que hay allí expuestas sino por la jovencita pelinegra de ojos avellana que no había salido de su mente desde el primer día que pisó aquella galería.

El nerviosismo seguía presente en su cuerpo como las anteriores veces que estuvo en el establecimiento, pero esta vez está dispuesto a pagar lo que fuera necesario con tal de estar un rato con Lucero. Su intención no es comprar su cuerpo para poder usarlo más tarde, no. Él quiere hablar con la pelinegra que no deja de pasearse por su mente día y noche.

Entra a la galería con la cabeza en alto, el lugar se encuentra medianamente lleno, algunos finalizando las transacciones y otros viendo cuál de las chicas se van a llevar.

—Buenas noches, señor. — dice la mujer pelirroja que ya había visto antes en la galería. —sea bienvenido. —

—Buenas noches. — responde por cortesía. La mujer es muy bella, con sus cabellos pelirrojos, un sinfín de pecadas en su hermoso rostro y un cuerpo de infarto.

Pero no es la mujer que Christopher quiere, no hay comparación de una a la otra.

—¿Busca una pintura en especial? —cuestiona ladeando su cabeza y regalándole una sonrisa.

Los labios de Christopher se entreabren, dispuesto a describir a Lucero, pero las palabras no salen de su boca. Su mirada recorre el local en busca de ella y cuando la encuentra no hace más que dejar escapar una bocanada de aire.

—Creo que ya le he encontrado. —

Los ojos de la chica que tiene enfrente no tardan en posarse en la pelinegra que camina en su dirección.

—Claro. —dice la pelirroja dando un leve asentimiento. —Lucero le explicará de cómo hacer la transacción de pago para que ambos puedan disfrutar de la hermosa noche. —

Christopher sabe que se refiere al hombre que no ha quitado sus ojos de él, supone que es el jefe o alguien que se encarga de los pagos y, por lo tanto, el que se encuentra detrás de todo esto.

La pelinegra le ofrece una sonrisa en cuanto llega a su lado, una que Christopher es rápido en devolverle. Mete su mano en el bolsillo para sacar su cartera y tomar su tarjeta de crédito, el hombre no tarda en acercarse para llevarlo a la oficina que está en la esquina de la galería. Tras una leve plática de la cual Christopher no puede sentirse menos desinteresado, se despiden de la persona que los ayuda, y salen de la galería dispuestos a ir a un hotel.

El abogado está en todo momento pendiente de las reacciones de Lucero. En la galería se veía más que sonriente, pero al salir de allí todo parecía cambiar. Ambos guardan hacía rato un profundo silencio.

Al llegar a la entrada del hotel, Christopher le sonríe al personal de valet quien le sonríe y es rápido en ir hacia ellos para tomar las llaves del auto. Christopher le da la propina junto con las llaves antes de ir a la puerta del pasajero y ayudar a Lucero a salir del auto. Un poco sorprendida, la pelinegra le da su mano y se pone de pie junto a él. Entran al lujoso hotel, nadie los vuelve a ver, ambos encajan en ese lugar. Al acercarse a la recepción, la pelinegra se queda atrás y Christopher se sorprende, pero sigue caminando.

En la recepción, la empleada le sonríe mientras le da una de las suites más caras del lugar. Al terminar la transacción Christopher le agradece y regresa a donde la pelinegra se quedó. La mira por un momento antes de preguntarle porque se quedó atrás.

—A los clientes no les gusta que los acompañemos cuando hacen la reservación, las recepcionistas hacen muchas preguntas al respecto. —dice en un tono neutro.

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⏰ Last updated: Nov 15, 2020 ⏰

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