única parte

27.9K 1K 2K
                                    

El timbre de la campana resuena en todo el instituto en el mismo instante en el que Harry termina el tercer acto de Macbeth. Sus pestañas se sacuden velozmente en impresión por la repentina interrupción y le toma todo un segundo completo el ubicarse en el tiempo y el espacio en el que se encuentra.

Sus ojos verdes se alzan hacia el pizarrón repleto de tinta que figuran las letras de la lección del día de hoy, y se da cuenta de que no ha prestado ni la más mínima atención a la clase de español. Se muerde el interior de las mejillas mientras se pone de pie y guarda sus pertenencias, repitiéndose constantemente que tiene que dejar de leer en clases pues no puede seguir pidiendo apuntes prestados cada bendito día que pasa.

Un ceño fruncido se cruza en su rostro cuando los regaños mentales le llenan la cabeza, el bullicio de los estudiantes al salir del salón podría ser agobiante si llegara siquiera a notarlos, y él está algo así como en las nubes ahora mismo mientras piensa en lo complicadas que son las letras de Shakespeare y lo sencillo que sería para el resto del mundo si no utilizara frases antiguas que solo alguien con un diccionario podría comprender.

Por supuesto, Harry tiene un diccionario consigo, y esa es probablemente la razón principal por la que ha sobrevivido a los actos de Hamlet, Romeo y Julieta, y ahora el condenado Macbeth. Hasta el momento va en la parte en que la profecía de las brujas ya ha sido dada y Harry espera con paciencia por el instante en el que todo lo que han dicho se cumpla. No es una intriga que no lo dejará respirar como le ha sucedido con algunos libros de suspenso que bien le han quitado el sueño, pero es lo justo para causarle la curiosidad necesaria para continuar leyendo.

Sale del salón sin muchos problemas, pidiendo permiso en un murmullo al par de muchachos que se han quedado en la puerta para hablar de lo que sea que a él verdaderamente no le interesa, y por fin inicia su caminata por los pasillos repletos de toda clase de personas.

La vida del instituto es tan complicada como debe serlo, pero se supone que ser un alfa de dieciséis años no debe de ser un verdadero problema siempre y cuando se pertenezca a algún grupo en específico. La división de ellas es bastante notoria, hay escuadrones de básicamente tantas cosas que llega a ser hasta un poco agobiante si nunca se ha vivido en un ambiente como ese. Sin embargo, Harry tiene la suerte de haber estado en esta escuela probablemente toda su vida y de, quizás, encajar en su propio equipo.

No es una verdadera sorpresa el saber que forma parte del club de literatura del instituto, tampoco es tan asombroso el enterarse de que es escritor en la columna de comentarios del periódico de la escuela, porque lo cierto es que Harry tiene esta increíble fachada de sabelotodo en donde realmente lo sabe todo. No alardea sobre ello, por supuesto, es tan discreto como cualquiera podría llegar a serlo, y el hecho de que conserve una belleza y atractivo sin igual ayudan bastante contra el dato de que él es algo así como un ñoño de primera.

Si, Harry es un sabiondo de primera y el alfa más guapo de toda la escuela, una combinación lo suficientemente peculiar como para levantar la curiosidad de más de una persona y probablemente el interés, tal vez. Sin embargo, él presta atención a todo menos a cosas como esas, pues sabe que tiene muchos libros por leer, muchas opiniones para dar y demasiada atención para ofrecerle a alguien en específico y a quien, de hecho, está echando mucho de menos ahora mismo.

Dobla la esquina llegando a su taquilla casi de inmediato, ingresa la combinación de números en el candado y en un segundo está abriendo la puertecilla de acero para sacar los libros de las clases del primer periodo. El almuerzo está por empezar en probablemente unos cinco minutos, y piensa por un instante en que tiene que apurarse si no quiere encontrarse con la larga fila para comprar en la cafetería.

Desea haber aceptado el desayuno empacado que su madre le había ofrecido antes de irse de casa, pero él detesta la comida fría y no cree poder soportar el sabor y la contextura chiclosa de un emparedado de jamón y queso que no ha logrado sobrevivir hasta las diez y quince de la mañana. Por lo que sí, él tiene que adquirir comida de la cafetería y conformarse con lo que sea que estén vendiendo en ese y prácticamente todos los días.

Taupo ✦ omegaverse [ls] | ✓Where stories live. Discover now