Capítulo 3: El portal

191 59 113
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Cruz

Llegamos al límite del pueblo, salté el último techo y caí de pie sobre la acera.

—Me asfixio —avisé.

—Perdón —dijo apenada soltándome un poco el cuello. Noté cómo sus piernas temblaban.

No estaba cansado pero en ese lugar usar la magia era un trabajo más duro así que por ese lado sí estaba agotado, y por eso caminé con Alelí en mi espalda el resto del camino hacia el bosque en el lugar prefijado.

—¿Crees que volverá a atacarnos?—preguntó asustada luego de un rato.

—¿Mirach? No creo —mentí.

—Entonces puedo caminar —aceptó.

—¿Segura?—pregunté desconfiado.

—No hay peligro, y estás cansado, no quiero ser un bolso pesado— Suspiré y dejé que bajara.

—¿A dónde vamos?—preguntó mientras caminábamos juntos.

—Los demás nos deben estar esperando para irnos—dije vagamente.

—¿Dónde?—insistió.

—Es complicado de explicar...— Suspiró preocupada.

—¿Raúl va a estar ahí?—preguntó con miedo.

Tragué siendo incapaz de mentirle de nuevo. Se detuvo.

—Cruz...—me advirtió con el ceño fruncido mirándome asustada. Qué raro sonaba mi nombre con su voz, como más melodioso, más dulce. Me gustó cómo ella decía mi nombre.

—No sé, Alelí, he estado con vos desde que el grupo se separó —dije sinceramente. Apretó los labios desconfiada y retomó la marcha mirando el suelo.

Quise preguntarle tantas cosas. Hacía tantos años que no la veía; la última vez era apenas una niña de cinco años pero jamás creí que al aceptar ese trabajo me encontraría con una mujer. Una hermosa mujer.

"¿Te acordás de mí? ¿A cuántos árboles les hiciste promesas en mi ausencia?" pensé mientras la miraba de reojo.

—Soldado Ávila —me llamaron de entre los árboles. Me detuve y observé. Ébano apareció, pero apenas avanzó no fue hacia mí sino que abrazó con desesperación a su "hija adoptiva".

—Raúl...—murmuró ella abrazándolo, con lágrimas ya demasiado contenidas cayendo sobre el hombro de él.

—Mi niña...—dijo él aliviado acariciando su pelo.

En ese momento recordé vivamente al Teniente Ébano Herrero en el pasado, cuando yo ya era un soldado reconocido y Prunus me había invitado a vivir en el castillo. El Teniente había sido conocido por ser rebelde, él nunca quiso esposa, hasta que apareció ella, y muchos menos deseó hijos, hasta que tuvo la obligación de criar a la hija de su mejor amiga fallecida.

El Portal (Saga Aeternum #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora