Un día descubren dónde están.
Alelí ni siquiera sabía que la estaban escondiendo, que el hombre que la crió conocía a sus padres o que su mejor amiga y el chico que le gusta tanto son soldados brujos.
Mucho menos pudo saber que desde ese día todo...
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Cruz
Habían pasado dos días desde Las Luces Fantasmas.
El tesoro más deslumbrante, poderoso y hermoso del mundo. Al que yo protegería con mi vida.
Era de atardecer. Melia y Gladiolo se habían reconciliado al parecer y andaban vagando de la mano. Protea y Leo también hacían lo suyo. Alelí pasaba tiempo con las ancianas o lo niños del lugar. Tan dulce y buena...inocente, hermosa...
La necesitaba. Y no sabía por qué o qué de ella. Eran dudas que desde el primer año que llegué a su mundo me preguntaba a diario y, por supuesto, la extraña conexión que teníamos. "¿Por qué ella sobre todas las demás? ¿Qué tiene de especial? Es mujer...con encantos de mujer...pero ella nunca fue solo eso. O será que solo yo la veo. ¿Seguirá pensando en mí o ya me habrá olvidado? A juzgar por su comportamiento..." pensaba abstraído.
—Pensando en su amada ¿joven Cruz?—preguntó Atahualpa apareciendo.
—¿Mi amada?...Puede ser. ¿Adivinó?—admití para los dos. "¿Estaba pensando en mi amada? Acaso yo..."
—Soy viejo, joven Cruz, he visto muchas veces esas miradas en los muchachos y casi siempre es una mujer —dijo sentándose al lado mío.
—¿Casi siempre?— pregunté curioso.
—Bueno, no todos los hombres buscan lo mismo...—
—¿Realmente existe el amor para usted, señor?—
—Hay personas que me importan más que a mi vida. Sí, creo en el amor —contestó reflexivo y con una sonrisa— ¿A usted le importa alguien?—preguntó deslizando la última palabra.
—Sí...me importaban personas —contesté bajando la mirada.
—¿Y ahora no?—pregunta indignado pero algo divertido.
—Sí...supongo que sí, tengo o tenía un amigo que conocí cuando quedé solo y... —me interrumpí cuando estuve a punto de pronunciar su nombre.
—Estoy entendiendo...a mí también me han derribado al suelo, muchas veces—
—¿Ah, sí?—
—Sí, pero en uno de esos días sin sentido en que volvía a pensar como en el anterior, que un pedazo de tierra valía más que yo, vi luz. Una enorme y bellísima luz ¿y adivine que fue lo primero que me dijo?—
Negué con la cabeza.
—"¿Dónde está el estiércol de los burros?"—dijo simulando una voz femenina y luego rió—. Qué vergüenza, me la quede mirándola como un idiota durante un rato y luego tuvo que volver a preguntármelo porque no la había escuchado. Pasaron tres días antes de conocer su nombre —
—¿No la encontraba?—
—¡No! Porque cada vez que lograba reunir fuerzas para hablar con ella y se lo preguntaba no podía dejar de ver lo hermosa que se veía pronunciándolo, su mirada alegre, su boca, su voz...Luego del tercer día pude concentrarme lo suficiente para escucharla y después de eso fui un adicto a cada palabra que salía de su boca...una vez le pregunté que qué le parecía si las nubes fueran de color celeste—y volvió a reír, yo sonreí y sacudí un poco la cabeza.