CAPÍTULO 3

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GAEL

Sábado 23:00

Había estado todo el día fuera desde que saliera de la casa de Mitchell.

Los recuerdos de aquella noche seguían en mi mente frescos y cada vez más detallados cuando llegué a casa.

Aunque llamar "casa" a aquel tugurio lleno de humedad, pintura desconchada y carente de ventanas era no sólo exagerado, sino ridículo.

—¡Eh, tú, maricón!— reconocí aquella voz al instante.

La señora Kerr, mi casera.

—Ho... hola, señora Kerr— tartamudeé—, tengo algo de prisa— añadí, evasivo.

Ella me miró con desprecio.

—¡Puto maricón, déjate de tonterías! ¡Me debes el alquiler de dos meses!

Era cierto, llevaba dos meses sin pagarle.

—Lo sé, sólo... necesito algo de tiempo para reunirlo todo y...

—Cuatrocientos cincuenta, marica. Son cuatrocientos cincuenta. Te doy una semana o a la puta calle.

—¡¿Una semana?!— exclamé—, ¿Cómo espera que...

—Búscate la vida, pero a mí me pagas.

—Lo haré.

—Más te vale— añadió antes de escupir al suelo y meterse a su casa con un portazo.

—Puta—murmuré abriendo la puerta y entrando a mi casa.

«Necesito un chute ya», pensé, echándome en el sofá.

Saqué el dinero del bolsillo y contemplé los cinco billetes por un buen rato.

«El dinero de una zorra», cruzó mi mente,« Tu dinero, zorra».

—Me doy asco— me sorprendí diciendo en alto.

¿Cómo había llegado hasta aquello? ¿Qué haría ahora? Mi vista se nubló; mis ojos estaban húmedos y las lágrimas me picaban, desesperadas por salir.

¿Cuándo me había vuelto un ser tan despreciable?

La respuesta venía sin fecha, pero con un rótulo de neón con una única palabra en mayúsculas: HEROÍNA.

al tercer díaWhere stories live. Discover now