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Mayo, 1979.

—Xiao Zhen —canturreó Liú Tian.

Pero Xiao Zhen no le contestó, se encontraba concentrado leyendo el letrero de direcciones ubicado en la esquina de la calle. Luego, volvió a comprobar la hoja con ese dibujo horrible que tenía las indicaciones y otra vez buscó el letrero. Tomó del brazo a Liú Tian para cambiar el rumbo y adentrarse en la siguiente cuadra, no obstante el chico avanzaba cada vez más lento a medida que sus zapatos se arrastraban con más insistencia contra el pavimento.

—Carlitos —persistió Liú Tian—, ¿dónde vamos? Porque tu gege está cansado y le duelen los pies.

—Solo unas cuadras más —informó.

—Eso me lo dijiste hace cuatro cuadras atrás. Mira, soy un novio en extremo amoroso y comprensivo pero estos zapatos son terribles. —Frenó y alzó los hombros con una mirada provocativa—. ¿Por qué no me cargas, por fi? Porque tu gege amaría que lo cargase un hombre tan fuerte como su novio bebé.

—No podemos, gege —respondió Xiao Zhen todavía distraído revisando las calles.

—Le quitas lo divertido a la vida.

La siguiente cuadra la recorrieron en silencio hasta que el entrecejo fruncido de Liú Tian comenzó a hacerse más y más profundo a medida que avanzaban y comenzaba a reconocer las casas de aquella zona. Cuando llegaron hasta la casa esquina que tenía un perrito blanco que siempre lloraba cuando Liú Tian pasaba por ahí, frenó del todo. Su grito indignado fue alto y agudo.

—¡Charles! ¿Cómo te atreviste?

Se apresuró en afirmarlo por el codo y tirar de él la última cuadra que quedaba para llegar a la casa de Luan, con quien Liú Tian llevaba enojado ya dos meses.

—Lo siento, pero su pelea me tiene cansado.

Liú Tian hizo presión para soltarse, sin embargo, Xiao Zhen lo arrastró como si fuese un niño de cinco años con tremenda pataleta. Y en cierto punto, parecía eso, un niño que no quería dejar el orgullo de lado y escuchar a quien fue su mejor amigo por dos años.

—Serás mi novio, pero eso no te da derecho a meterte en mis discusiones —debatió Liú Tian, ahora afirmándose a un poste de luz.

Xiao Zhen dio un largo suspiro y lo soltó.

—Se convierte en asunto mío cuando tu mejor amigo...

—Ex mejor amigo —puntualizó Liú Tian.

—...me insiste durante más de un mes con esto.

Liú Tian empequeñeció la mirada.

—¿Más de un mes? —Su boca tan fruncida como su entrecejo—. ¿Ese día, que tu señor padre me descubrió en tu casa, querías que viniéramos aquí?

—Sí, y lo siento, es que eres realmente terco cuando quieres serlo, gege.

Al soltarse del poste de luz para cruzarse de brazos, Xiao Zhen no perdió la oportunidad y lo aferró por la cintura. Lo arrastró por la espalda mientras las piernas de Liú Tian intentaban aferrarse a cualquier hendidura del piso.

—No. Quiero. Ir —gruñó Liú Tian entre dientes.

—Te estás comportando como un niño.

—Es porque estoy herido, soy un pobre perrito apaleado por su amo.

Logró llegar con él hasta que se detuvieron frente una casa pequeña sin antejardín. Del interior provenía el ruido de una televisión demasiado fuerte que trasmitía lo que parecía una carrera de caballos.

Calcomanía (Novela 1)Where stories live. Discover now