Capítulo 31: Es complicado

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ALEXANDER

Luke Skywalker se movía por la pantalla de la computadora junto a la Princesa Leia y Han Solo. Harmony, a mi lado, hacía muecas hacia ella y no perdía oportunidad para criticar lo aburrido que era todo.

—Siento que estoy viendo un documental de historia, solo que con espadas láser.

«Ay, Harmony, eres la única persona en el mundo a la que le permito criticar Star Wars en mi presencia».

—Dijiste que las precuelas te gustaron.

—No, dije que las precuelas eran menos aburridas, solo porque Anakin está en ellas.

La pelirroja mantenía su cabeza recostada sobre mi pecho desde que habíamos comenzado a ver la película, posición en la que estaba seguro podía oír la intensidad con la que mi corazón latía, aunque no había dicho nada. Luego de beber el chocolate caliente, habíamos decidido cambiarnos de ropa y ver alguna película. Por lo que comprendía y esperaba, la cita no se había terminado todavía; y para ser sincero, una parte de mí quería estirarla para siempre, y la otra... la otra quería terminarla lo antes posible, para evitar arruinarla.

No sabía en qué momento había alzado la mano y comenzado a jugar con sus mechones, solo sabía que ella no se había quejado, y yo había continuado haciéndolo. Los movimientos me salían automáticos, con ella no tenía que detenerme a pensarlo todo, a analizar cada movimiento. Con ella todo era impulsos y me encantaba.

Y a la vez me aterraba.

Las últimas semanas... joder, los últimos meses se habían sentido mejor de lo que había esperado. Había algo en ella, en la forma en que reaccionábamos el uno al otro y lo cómodo que me sentía a su alrededor, que se me hacía adictivo.

Harmony pausó la película, dejando su portátil encima de la cama. Rodeándome el estómago con las manos, se inclinó aún más encima de mí. Se acercó muy despacio hasta mis labios, yo imité su acción, creyendo que iba a besarme. Cuando observó mi reacción, sonrió.

—Tengo que ir al baño —murmuró.

—Ve, entonces.

—Ajá, solo te estaba avisando.

Me dio un beso fugaz sobre los labios, antes de rodar hacia la derecha, fuera de la cama. Caminó a pasos cortos y de puntas de pie antes de desaparecer por el pasillo.

Sonreí, fue lo único que pude hacer.

Si existía un Dios, debía estar riéndose en mi cara. «No pienso involucrarme con nadie en Hamilton» fue lo que había asegurado con todas mis fuerzas a Caelum por teléfono, y que le había repetido a Nina hasta el cansancio. Y ahora, un par de meses más tarde, había hecho justamente eso. Y continuaba sin saber hasta qué punto me gustaba. Había tantas cosas que podían salir mal, tantas, que el simple hecho de haber aceptado una cita ya me ponía de los nervios. Era tan sencillo arruinarlo todo, y, sin embargo, con ella siempre sentía que se enfadaba por todas las cosas incorrectas. Siempre ignoraba lo obvio, lo que claramente hacía mal.

Tampoco sabía cómo me sentía sobre eso.

«Eres perfecto», había dicho, con tanta seguridad que pude habérmelo creído por un momento.

Era de todo menos perfecto. Y, sin embargo, una parte de mí quería que continuara pensando eso. Quería poder ocultarle todos mis defectos, quizá para siempre. Y sabía cuan estúpido era eso, yo mismo lo había dicho. «Las personas suelen hacer eso. Cambiar partes de sí mismo para gustarle a otra. No tiene sentido si lo haces, porque entonces no sería a ti a quien quiere», sabiendo a la perfección que lo que en realidad había querido decir era:

Destruyendo al chico ideal (CI #1)Where stories live. Discover now