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1 de septiembre de 1993

Paseo vagamente por los pasillos del expreso de Hogwarts, trato de encontrar algún espacio vacío para ser mi única compañía, pero al parecer es en vano. No era una opción ir en busca de mi hermana mayor Katie Bell, ella era una Gryffindor muy social y amigable, yo por el contrario, era tímida y un tanto arrogante, perteneciente a la casa Ravenclaw.

Pero no me gustaba serlo, sólo no podía evitarlo. Por eso decidí tener un círculo social pequeño o ninguno, tampoco me gustaba hablar con otras personas. Katie y yo no éramos un claro ejemplo de hermandad y de cercanía, éramos distintas y distantes la una con la otra. Realmente no le gustaba ser así, pero, ¿Que mas podía hacer?

Era mi tercer año en Hogwarts, no me llevaba con nadie, era invisible tanto en mi casa, como en las clases. Aunque era muy inteligente y siempre respondía, nadie me notaba. A excepción de Hermione Granger, es una Gryffindor muy inteligente, que parece verme como competencia en la clase, a lo que no le encuentro sentido, ya que es la mejor de la clase y yo apenas llego al tercer puesto. Después de ella y, Malfoy. Supongo que él tampoco me notaba, ya que ni el ni sus gorilas me habían molestado antes.

Después de un rato, decidí entrar a un compartimiento con un chico, parecía buscar algo bajo los asientos. Estaba de rodillas y con el pecho pegado en el piso, sin ánimos, mirando el espacio vacío como si por alguna razón apareciera lo que buscaba.

Después de pasar varios segundos observando al chico castaño y desalineado, ahí tirado, decido hablar (cosa que no me gustaba hacer muy seguido). Era muy callada a decir verdad, pero no es como si fuera me comiese la lengua el ratón o algo por el estilo.

-¿Buscas algo o solo te parece cómodo el piso?-dije de manera descortés y grosera, inmediatamente quise disculparme por decirlo tan grosero, es una de las razones por las que prefiero callar. En mi mente sonaba más gracioso.

El niño se levantó de un salto lo más rápido que pudo, llevó su mano a su nuca y tartamudeó avergonzado...-Lo siento, yo solo...tú sabes, bueno, lo siento-Al pronunciar lo anterior, noté que cada vez se ponía más nervioso, y eso me incomodó. Sonreí cortésmente y traté de decir algo de la misma manera.

-Quizás, si me dices que sucede, podría ayudarte-me miró desconcertado, lo que me incomodó, pero después de unos segundos de silencio accedió a contarme. Dejó caer todo su peso a los asientos y muy desanimadamente respondió.

-Perdí a Trevor, y mi abuela...ohhh mi abuela estará muy molesta-comentó muy agobiado-Espero que lo pueda encontrar antes de bajar o quizás nunca lo vuelva a ver.

Estaba muy confundida, no sabía qué era Trevor, pero sentí compasión por la expresión que tenía el chico, parecía muy preocupado por "Trevor".
Decidí sentarme al lado de él, con timidez y delicadeza, él se incorporó igual de tímido que yo.

-Soy Sarah Bell-extendí mi mano muy tímidamente hacia él para presentarme. Él imitó mi acción y estrechó mi mano. Al parecer, no era la única sonrojada, ni tampoco era la única tímida.

-Soy Neville..Neville Longbottom-bajó la mirada, seguía triste por "Trevor".

-Neville...-dije mirando nuestras manos aún entrelazadas, olvidó soltarla y eso hacía que me pusiera realmente nerviosa.

-¿Si?-respondió sin prestar mucha atención.

-Podrías...-bajé la mirada hacia la nada, sentía la necesidad de simplemente huir y no hablarle a nadie nunca más.

Él seguía despistado, pero al sentir la incomodidad del silencio giró para verme muy ansiosa e incómoda. Lentamente enfocó nuestras manos y abrió los ojos muy grandes, casi como si quisiera que salieran de sus cuencas. Soltó mi mano rápidamente, y se levantó para mirarme muy apenado.

Este amor aturde como mandragora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora