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Eva volvió a Buenos Aires en el 2001 para ayudar a su familia con la crisis que se generó en diciembre. Se sostuvieron con lo justo y necesario, sobre todo porque Eva consiguió un trabajo de atención al cliente en el Banco Ciudad. Allí mismo conoció a Romina y al poco tiempo comenzaron a salir.

No sabía nada de Isabel desde la última vez que se vieron en Francia. Ya no se hablaban.

En marzo del 2002, se puso a hacer planes con Romina para vivir juntas. La casa de sus padres tenía un pequeño hogar detrás. Eventualmente, les tuvo que contar a sus padres que le gustaban las mujeres. Les costó un poco aceptarlo, pero nunca manifestaron hostilidad. Con el tiempo, no les importó.

Una noche estaban saliendo del trabajo y fueron juntas a tomar el colectivo 135. Eva vio una figura que reconocería en cualquier lugar: Isabel estaba allí también, esperando el mismo colectivo que ellas. Eligió fingir que no la había visto. No quería saludarla y tener una charla incómoda sobre cómo habían estado todos estos años.

Sus planes, aun así, no habían funcionado porque Isabel vio a Eva. Fue a saludarla.

—Ah, hola —dijo Eva, haciéndose la sorprendida.

—¿Cómo estás? Hace mucho que no hablamos.

—Todo bien —le respondió.

—¿Quién es ella? —le preguntó Romina a Eva. Se dio cuenta que intentó no sonar hostil.

—Es Isabel, era... amiga mía.

—Hola, mucho gusto —Isabel le dio la mano a Romina y viceversa—. Ahora en un rato viene mi novio. Está comprando cigarrillos ahí —señaló con su mano el kiosco que estaba a media cuadra.

Cuando llegó la pareja de Isabel, las saludó y se presentó: se llamaba Franco.

Diez minutos después, el colectivo se acercó y estacionó donde estaba la parada. Todos se subieron allí.

Hubo un largo viaje de media hora. Eva no tenía ganas de hablar con nadie. Veía que Romina estaba muy entusiasmada por estar conociéndolos. Se quería bajar en la siguiente parada, aunque no sabía dónde la dejaría. Resolvería cómo volver a su casa, pero parecía que, si no se bajaba en ese preciso momento, moriría de incomodidad.

Isabel la miró todo el viaje. Eva le devolvió las miradas. Notó que tenían la misma intensidad de siempre.

Cuando Franco e Isabel llegaron a su destino, se despidieron de ellas. Faltaban tres paradas para que Eva y Romina llegaran a casa.

—A ella te la re cogías, ¿no? —le preguntó Romina, agarrando a Eva totalmente desprevenida. Su interlocutora sólo parpadeó sorprendida—. Me di cuenta que lo hacían. Cualquiera se hubiera dado cuenta.

Eva no le respondió.

Dos días después, Isabel empezó a formar contacto con Eva. Al principio no quería acceder ya que le resultaba incómodo que, luego de tanto tiempo sin hablar, estuvieran conversando como si nada hubiera pasado. Ya lo habían hecho antes y habían salido lastimadas. Finalmente, Eva se terminó viendo con Isabel.

—Si no te veía esa noche en la parada del 135, no me enteraba por vos que tenías novia —le reprochó Isabel. Eva fue a su casa para compartir unos mates.

—Con vos pasó lo mismo. No sabía que tenías pareja —le respondió.

—¿Por qué no querés hablar conmigo?

—Estoy acá, ¿eso no cuenta?

—Ya sé, pero... no te gustaba la idea de que volvamos a hablar.

Cómo ellas se conocieronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora