05

342 36 17
                                    


Un día antes de la boda.

Sophia.

Al oír a mi hermano decir que Ian estaba en superficie, me lleno de alegría y alivio. Tenía la esperanza de que mi padre lo hubiera exonerado de la culpa que cargaba su apellido por la traición de sus progenitores a la corona.

Llegué a la cueva acompañada de Theo y Noah. El duque Deveraux estaba ahí sentado en orilla con sus pies dentro del agua, lucía cansado y preocupado. Quería acercarme a él y darle un fuerte abrazo, pero su desnudez me hizo apartar la mirada.

—Ian ... — hablé, algo tímida por la situación.

Theo me jaló a su costado, colocando su brazo alrededor de mi cintura. Como si quisiera marcar territorio. Volteé a verlo incrédula. ¿Qué quería demostrar?

Ian se levantó de la orilla, incorporándose poco a poco sobre sus dos nuevas piernas. Aparentemente no se acostumbraba a estar de pie, lo noté por sus temblorosas piernas.

—¡Joder! ¿No tienes ni una pizca de pudor? — Theo le increpó furioso a Ian.

Alcé la mirada y me centré en el rostro de Theo . Mi expresión se quedó agarrotada al encontrarme la mirada desafiante de mi prometido clavada en rostro avergonzado de Ian.

—Perdón, perdón, perdón... — tartamudeo, cabizbajo —. Yo no sé ... Cómo es aquí... Yo... Lo lamento tanto — dijo en un hilo de voz.

Estaba tan vulnerable y tímido, que ni siquiera era la sombra del Ian Deveraux que conocí en Melusina. Este se veía demacrado, ojeroso, con barba descuidada... Él no estaba bien.

—No, no, no. Discúlpalo, tú a él, Ian. Theo no está acostumbrado a esto — intenté justificarlo.

Theo me miró con asombro, señalándose a sí mismo.

—Sí, Theo . Estás muy avergonzado — dije entre dientes —. Noah, por favor, pásale a Ian unas prendas del cofre que dejó papá.

Mi hermano me obedeció y le tendió prendas de seda blanca, este las recibió confundido, las examinó una y otra vez; sin embargo, no se atrevió a preguntar.

—Noah, ayúdalo a vestirse — volví a dirigirme a mi hermano.

—No, no. Su alteza, sería una ofensa para su familia, que usted ayude a un esclavo como yo — balbuceó Ian, sin atreverse a mirarnos a los ojos.

Ian siempre fue un tritón muy educado, refinado, con confianza y tenía una buena autoestima. No obstante, el castigo impuesto por mi padre había golpeado fuertemente su amor propio y confianza. Ahora era un joven con miedo, avergonzado y tímido.

—Ian, por favor. Nunca aprobé tu compromiso con mi hermana, pero no me caías mal. Al contrario, si nos hubiéramos conocido en otras situaciones, fuéramos grandes amigos. Sé lo que hiciste por mi hermana y familia, el día del atentado. Y por eso estoy agradecido — le explicó Noah, con tal amabilidad, que por un momento creí que mi niño había vuelto a ser el mismo chico juguetón y amable que dejé antes de subir a la superficie.

Theo miraba a mi hermano como si fuera una piedra extraña o fácilmente un extraterrestre.

—Muchas gracias, su alteza — agradeció Ian a Noah.

Decidí darles espacio y privacidad. Así que, me encaminé junto a Theo hasta la entrada de la cueva.

Las teorías de lo que había pasado con Ian, me revoloteaban la cabeza. ¿Tan crueles fueron con él? ¿Lo torturaron? ¿Lo golpearon? ¿Qué le sucedió?

AMAR ENTRE REINOS [02]Onde histórias criam vida. Descubra agora