♕ | 𝓮𝓲𝓰𝓱𝓽𝓮𝓮𝓷

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Madrid recoge la mayoría de las incertidumbres de los jóvenes de ahora, es el sitio al que todos quieren ir en algún momento u otro, es el lugar perfecto para que los sueños se cumplan. O las pesadillas. Aloia escucha sus pasos sobre el frío suelo de mármol de la casa de su padre mientras camina ensimismada por el segundo andar. La gente corre despavorida por el piso inferior, arreglándolo todo para la noche.

La chica siente un escalofrío pensando en ese evento. No le fue posible encontrarse con Javier, por lo que el plan ha sido preparado, en su mayoría, por teléfono. Aloia muerde su labio inferior apoyando sus brazos sobre la barandilla blanca. Deja caer su cabeza sobre sus extremidades, provocando que el pelo las cubra.

El teléfono de la chica vibra en el bolsillo de la chaqueta de punto blanca que lleva puesta, algo lo suficientemente denso para cubrirla del frío que parece que hay en esa gran casa. La castaña se pone recta, siente cómo si algo en el universo le estuviera diciendo lo que debe hacer.

El mensaje de Belén la hace fruncir el ceño, está avisándola de que esta noche irá a la fiesta y que quiere saber qué va a llevar puesto para reconocerla. Aloia tiembla, ella no puede ver a Javier. Le responde la verdad, pero guarda rápido el teléfono para ir hacia el sitio en el que se supone que se encuentra su padre. Llama a la puerta del despacho y espera fuera, de brazos cruzados. Los pasos del hombre en el interior de la estancia solo provocan que se separe más.

- Hija - Aloia traga saliva al verlo parado en el umbral de la puerta, tiene un único movimiento -, ¿sucede algo?

- He invitado a un chico - la cara de Pablo Ubeira no cambia, Aloia siente cómo su corazón palpita a una velocidad descomunal, no tiembla porque no se lo permite a su cuerpo, pero siente cómo los músculos de la espalda se le contraen por el nerviosismo-, espero que no te importe. Yo me encargaré personalmente de recogerlo - habla con una tonalidad que Pablo Ubeira no recordaba haber escuchado en ella nunca.

- Está bien - habla con calma, Aloia inspira profundamente para evitar alterar su voz.

- ¿No te importa? - él niega, algo que a la castaña la intriga, pero no lo menciona- Ah, perfecto entonces - la chica se da la vuelta para alejarse, no intenta ni siquiera ver algo de lo que hay detrás de él.

- Espera un segundo - su voz grave entra por el canal auditivo de la castaña, el hombre se mantiene con una posición estática mientras la observa girarse hacia él-. ¿Cómo se llama? - piensa rápido, se dice la chica a si misma.

- Hugo - el nombre de uno de sus compañeros se le pasa por la cabeza-, Hugo Cabrales - trata de no fruncir el ceño al decir la ciudad asturiana cómo apellido.

- Lo pondré en la lista- Aloia asiente sin hablar más, para evitar meter la pata de nuevo.

Pablo Ubeira se recoge de nuevo en su despacho, sorprendido ante el hecho de que ella haya decido llevar a alguien a su casa. No sabe quién es realmente ese chico ni lo que significa para su hija, pero cree que ese paso es bastante importante. No todos los días una hija lleva a una persona a casa. Menos Aloia.

Una llamada saca de sus pensamientos a Pablo Ubeira, responde desde el teléfono fijo no sin antes sentarse en la silla acolchada.

- ¿Si?

- Estamos dentro, pero no hay ninguna caja amarilla - Pablo Ubeira frunce el ceño-, además de eso tiene una pizarra con unos garabatos, parece estar estudiando un caso - el hombre siente un escalofrío, por primera vez nota una maraña de nervios en su estómago-. Además de eso tiene varias obras de arte en una habitación a oscuras, no hay nada fuera de lugar.

RaícesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora