Capítulo 33

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El segundo (Parte 2)



El hombre perro mayor, descansaba plácidamente a las orillas de unas aguas, un hermoso estanque donde su preciada Rin, jugaba sonriente. Observó la luna y que el viento cambiaba, una fuerte ventisca hizo que realmente se movilizara, junto a su sirviente, encontraron una cabaña donde vivía una pareja muy anciana.

Desde luego, los ancianos rogaron piedad al verlo ahí en la puerta, sus ojos se centraron en el fogón, donde había muy poca comida.

Su sirviente quería echar a la pareja sin siquiera dejarlos pasar la noche, debido a la tormenta que se venía, con mucha fuerza. Sesshomaru no habló hasta que la lluvia comenzaba a caer lejana, aquel aroma imperceptible, del agua chocar contra la tierra, lo hizo reflexionar.

Ordenó a su sirviente traer unos peces del estanque, y cocinarlos en el fogón de los ancianos. Cuando la tormenta cayó finalmente, estruendosa y con vientos muy molestos, ya Rin, los ancianos y el sirviente comieron la comida en conjunto.

La presencia de la niña era la única razón por la que estaban en ese lugar. Desde luego que las casuchas humanas eran lugares muy deplorables y no le gustaba en absoluto, mirarlas ni adentrarse. En momentos donde el viento fue más terrible, él salió afuera y se aventuró entre los árboles 

Descansar entre unas ramas le gustaba más y sentir el agua entre sus manos, las gotas y descansar, aunque sobre todo, hacer guardia para protegerlos.

- Rin es tu nombre, ¿No es cierto? Porqué viajas con ese youkai, es peligroso, no lo hagas niña. - insistió el anciano. Rin solamente sonrió y dijo que le debía la vida, varias veces tuvo que pensar en qué debía elegir y porque la gente preguntaba lo mismo, pero ella siempre dirá que el valor de su vida es gracias a su amo.

- Los demonios y nosotros seremos siempre diferentes, yo conocí una vez, una mujer que se fue con un demonio, estaban enamorados pero ambos fueron destruidos por culpa de aquel gran amor... Las desgracias, supongo que no conocen razas ni razones. Es mejor, de todas formas, alejarse de tales peligros... Niña, entiende eso... - reflexionó la anciana repitiendo esas palabras, intentando persuadir a la niña en ausencia de su amo.

Su amo, pese a estar distante, meditaba esas palabras de la vieja humana que vivía con su esposo, lejanos de los suyos. Él pensó de inmediato, que la mujer de aquel relato, era la hija de ellos, que por desgracia y deshonra, debían vivir lejos de la aldea, cuesta arriba, cerca del cauce del estanque.

Ellos pensaban de acuerdo a su realidad, Rin de acuerdo a la suya. ¿Pero cuál era su propia opinión  digna de un adulto daiyoukai como él lo era? Las razas deben permanecer indiferentes. Su amor, así como sus pensamientos inquietantes, debían ser neutros. Los humanos, débiles y frágiles en todo sentido, debían ser gobernados o simplemente ignorados. No pudo ignorar la amabilidad de Rin, no pudo hacer caso omiso a las caricias y deseos de Kagome. Era una muchacha bonita y sus celos, eran la causa de aquel enredo donde él había estado atrapado.

¿Atrapado, yo? - pensó de inmediato cuando cayó un rayo a lo lejos.

Él había decidido cruzar su mano con la mujer que  había ayudado a quien destruyó su otra mano. Era irónico, pero él no estaba enredado en esas curvas, al contrario, había tomado la rienda en cuanto sujetó a la miko con fuerza, y sentía su calor.

La lluvia le caía en la sien pero mirando a esos truenos, le recordó a su propio interior cuando saldaba esas deudas dentro de sí mismo, su bestia interior se retorcía a gusto y su sonrisa era innegable. Cuando ella respiraba a gusto en su cuello, se movía tímidamente, le estiraba el cabello negro, es tan bonita, sus pechos tan delicados, estaba atrapado realmente en esos celos femeninos o acaso él era quien participaba en sus propios rencores masculinos. Sentirse usado o usarla para vengarse, asesinarlo era mejor opción pero herir el orgullo, de hombre, Inuyasha no tenía en realidad ninguno de esos valores.

Criado en la calle, sólo y sucio, sin una madre ni padre, esos honores, reglas, vida de calidad, este daiyoukai sólo la tuvo a lado de su querido padre.

¿Qué haría su padre? Porqué pensaba en la decisión de ese hombre daiyoukai muerto por un amor trágico. Esa ya era su sola opinión, la única respuesta. Porqué su mente divaga hasta tal punto de inundar sus pensamientos, en las débiles curvas de la miko. Ella estaba lejos de sus manos hace mucho tiempo, recordó esa sensación, cercana a su aroma, su piel, se sintió nostálgico. Algo había en su cabeza y en su corazón.

Quizá sólo era rencor.



Ella era muy buena, aunque en ese momento, vestida de ofrenda, con un largo kimono y adornos dorados, parecía un regalo para sí mismo. Lo mejor fue apartarla de su lado, creía dentro de su nerviosismo y su testarudez. Un orgulloso guerrero no debía caer nunca, en una deshonra, de escuchar la voz de una mujer.

Continuará...

Él es puro ámbarWhere stories live. Discover now