Capítulo 34

271 37 5
                                    

El segundo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


El segundo. (Parte 3)


Recordó sus manos junto a sus pies, como su amado la miraba y deseoso de tenerla en sus brazos, la besó con tanta emoción como si se tratara de un adiós. Sin embargo, esa fue una de las noches más memorables. Sus dulces besos era como caramelo en almíbar, sus jadeos eran entrecortados y tiernamente se posaba entre sus piernas, para llegar hasta el más dulce final placentero.

Así pues rememorando, cada día la bruja youkai, desmenuzaba sus recuerdos para dejar una gota, dentro de sus famosas pociones de amor, tanto eran el amor que le tenía a su amado que aún en su vejez, nunca olvidó su tacto ni su miembro viril. Ése era un hombre apuesto, inigualable y un ser digno de cualquier lujuria desenfrenada. Suspiraba pensando en sus memorias llenas de pasión pero así también, al hacer su última poción del año, pensó en su último cliente.

Ese hombre mitad bestia, de cabellos negros, ojos rojos, mirada perversa. En su juventud, ella por supuesto lo podría haber domado pero ahora, siendo una vieja solo le interesaban las historias y los premios.

- La flor de la Muerte Impura.

- Si te traigo esa planta, ¿Tan sencillo es que me des esa poción?

- Así es Naraku, para una anciana como yo, que no puede viajar lejos, esa es la única cosa que te pido, así te daré mi última poción.

- Cumpliré pero, ¿Y si me niego antes?

- Destruire la poción y tendrás que buscar el próximo año, por supuesto, alguna otra que sea tan poderosa como yo, que pueda hacer una poción capaz de hacer que te amen.

Naraku  partió y en unas semanas, había llegado con una bella mujer, al parecer parte de su sangre, tan pronto como me trajo la planta, me había puesto contenta, por supuesto... Lo habia logrado sin saber qué era eso. La poción partió y lo único que tuve que hacer era decirle que aquel amor sería algo retorcido.

Jamás me importó maldecir a mis niños, bebedores de mis recuerdos. Naraku ni siquiera dijo las gracias pero yo lo vi, depositó algo dentro de su corazón, su negro corazón. Era una pequeña llama de tristeza.

- Solo funciona en criaturas en vida. Esto es como una enfermedad.

Lo recuerdo haber visto en sus ojos al decírselo, pero su mirada igual, desafortunada, no le dio mucha más importancia de la que cualquiera le daría.

La jovencita víctima de esta poción, deberá ser una mujer youkai muy poderosa. Eso lo creo.


(*)

Sango viajó durante días hasta encontrarlos. Hablo con Miroku y se abrazaron al verse, Inuyasha, había escalado una montaña y se había perdido. Hoshi-sama lo esperaba a su regreso, impaciente pues Kagome era presa del peor enemigo posible. Cuanto había pasado, sin haber visto a la cazadora.

Ella, quien era tan hermosa y fuerte, estaba echa una furia. ¿Como es que su amigo los había abandonado a ambos a su suerte? Sin hablar de Shipo, quien fue solito en búsqueda de Kagome, hasta llegar a manos de Rin y la banda del amo bonito.

Estaban devastados pero Sango insistió en contarle todo. Miroku, extrañado, pensó en un lugar donde podría encontrar respuestas, el Valle de Niebla. Un lugar donde se rumorea que viven youkai antiguos. Era la única cosa que podían hacer y optaron por dejar a Inuyasha, a su suerte, tal y como ellos fueron abandonados.

En cuanto a Inuyasha, él había ido hasta lo más alto para encontrar el templo de un kami, quién deberá entrenarlo para fortalecer su alma.

El viaje hacia el valle, iba durar unas semanas. La preocupación se extendía a cada fibra de su cuerpo, sin embargo, Sango se sentía a salvo en compañía de su querido monje, amable y generoso, caminaba a su lado, ambos soñadores de un destino mejor.

(*)

La noche de la tormenta, Sesshomaru descansaba en un árbol, al pasar los rayos y la lluvia, al día siguiente el sol brilló con mucha fuerza.

Los ancianos suplicaron que la niña no debía ir con ellos pero fueron ignorados. Caminaron por senderos, los atacaron ogros, siguieron caminando. Los pasos trataban de ocultar los alborotados pensamientos sobre él futuro incierto de Rin y sobre la lejana victoria sobre Naraku. El día transcurrió rápidamente.

Parecía ser que el amo estaba distraído, y no encontraba rastros de su enemigo, que lo había usado para fines estúpidos contra su medio hermano. Ordenó que su sirviente y la niña quedaran atrás, cuando subió presuroso una colina, alejándose lo más lejos posible, observó una montura.

¿Podría ser la hija mayor, Kagura?

La sirviente de Naraku, lista para atacarlos, sabiendo su posición. Ya había robado a Rin una vez, habia confiado.

Pero no era así, se detuvo flotando en el aire pero quedó estupefacto. No podía ser, esa escena. Hakudoshi iba de paso, llevando consigo, sentada con una expresión estoica, un porte orgulloso, un kimono azul y púrpura, cabello recogido, una horquilla blanca. Kagome, detrás de si misma, su arco y flechas, siendo transportada cual novia, rumbo a su destino nupcial.

¿Dónde? ¿Porqué esa mujer estaba al borde del abismo?

Su bestia interior se sintió hervir la sangre a tope, su mano sintió sus garras, prepararse hasta que suspiró. Ella ya no era una aliada, ¿Entonces porqué debería dudar al atacar? Decidió seguirlo pero lo perdió de vista muy pronto. El atardecer se hacia presente mientras el olor del sirviente de Naraku, se desvanecía en el aire. La dama de púrpura, ahora ella era el enemigo.

Su interior rebosaba de rencor, pero aún más, de inseguridad.

La recordó preguntándole y diciéndole cosas al oído, sintió una débil punzada cuando sintió su voz en su cabeza, le susurraba perdón, perdón por lo de su brazo. Ahora, eso debía ser olvidado.



Continúa...

Él es puro ámbarWhere stories live. Discover now