Ojos

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Bakugou Katsuki 12años. [20-04]

Kirishima Eijirou 11años. [16-10]

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Su madre siempre lo describía como un "Lindo chico rubio y de hermosos ojos rubíes" aunque el realmente nunca le encontró lo 'hermoso' al color sangriento que tenían sus ojos, y el tener a muchos diciendo que "Daban miedo" no ayudaba para nada, aunque realmente le importaba bastante poco lo que los otros niños pensaran de él.

Pero, centrándose en lo importante, que el muchacho no vino aquí a hablarles sobre sus ojos y emociones, no. Aquel rubio de desordenados cabellos vivió pensando que él era el elegido, el más importante y aclamado príncipe dragón...hasta que, bueno, cumplió sus diez años y nada.

Simplemente nada.

Tenia aún una leve esperanza desde sus cortos ocho años, de que su crecimiento era más lento, de que las características de dragón pronto se mostrarían y tan solo tenía un leve retraso en ese sentido.

Pero nada. Y el pequeño Katsuki deseó llorar.

Aún si las ganas le hacían picar los ojos, aún si su nariz estuviera roja. Aquella noche le prometió a la luna y las estrellas que él era importante y aún si eso significaba pelear con el destino mismo no se dejaría vencer por una tonta leyenda.

Él, un humano. El muchacho humano que obligaría al destino a convertirlo en un protagonista.

Sin saber, que desde su nacimiento, ya era uno.

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Casi podía repetir tal cual la palabras que salían de los labios de aquella rubia mujer. ¿La razón? bueno, su madre se encontraba narrando aquella viejísima leyenda que vive fresca en su memoria como si fuera la primera vez que la escucha.

Sentado en un semicírculo junto a otros niños del lugar, su madre en el centro contando detalladamente esa famosa historia...

-Aquella noche, cuando la luna llena asomaba y las nubes y estrellas brillaban en un azulado tono, ese pequeño muchacho pasó por algo que nunca en su corta vida había imaginado. Sus brazos cosquilleaban y levemente un violáceo tono se empezó a mostrar en su piel, que poco a poco pasó a llenarse de pequeñas escamas y manchas de la misma tonalidad-La voz de la mujer era lo único que se escuchaba en aquel salón, aún cuando todos en el lugar ya habían escuchado más de una vez esa historia el asombro y la magia que tenía nunca se iría

Y es cuando el muchacho rubio aleja su vista de la figura de su madre, encontrándose frente a frente con unos brillantes y deseosos ojos que lo miraban con curiosidad. Algo de ellos le llamó la atención, los había visto tantas veces, tan de cerca y tan lejos como podría imaginar, pero nunca se había perdido en ellos como en ese momento.

Rojos.

Ese rojo brillantes tan hermoso y lleno de secretos. Rojo como esa piedra preciosa que cuelga en el collar de su madre, rojo como aquellos pequeños insectos que se posan en sus manos, rojo como las llamas del fuego en la fogata central, rojo como la sangre que corría por sus venas.

Rojo.

Y ese color que siempre vio en sus propios ojos cuando se reflejaba en el lago nunca se vio tan llamativo y perfecto hasta que lo apreció en los ojos de su amigo, a quien estaba tan acostumbrado a tener cerca, a quien nunca pensó tendría cerca. Aquel tono rojizo le hacía ver perfecto, como si fuera solo hecho para él. Resaltando en su aún infantil rostro.

No se dio cuenta en que momento pero la voz de la mujer frente a él se escuchaba lejana. Y él le sonrió.

Con sus pequeños colmillos asomándose, un leve sonrisa.

Y Katsuki le sonrió de vuelta.

-

"¡Bakugo!"

El nombrado se detuvo y volteó ya sabiendo a quien le pertenecía aquella voz. En cuanto lo vio confirmo su pensamiento, era ese chico. Cabellos negros algo largos cayendo lacios por su rostro, colmillos afilados y ojos de un rojo brillante.

"¿Mm? ¿Qué pasa?"

Esperó a que el pelinegro estuviera junto a él, quien se acercó trotando y con una sonrisa que nunca se alejaba de su rostro.

"¿Quieres ir a ver a los dragones? Mi padre puede llevarnos, ahora yo iré con él por si querías acompañarnos"

Katsuki asintió, escuchando un "¡Bien!" de parte del contrario y viéndolo ir donde el adulto que los miraba desde lejos, el padre del chico.

"Entonces rarito, ¿Vamos?"

"Kirishima"

"¿Qué?"

"Vaaamos, Eijirou Ki-ri-shi-ma, no es tan difícil decirlo y lo sabes ¡No te hagas el tonto que tú me conoces así que llámame por mi nombre!"

El rubio tan solo suspiro mientras seguía al chico y a su padre. La caminata fue relativamente tranquila, algunos "No hagas eso idiota, te caerás" mientras Kirishima corría entre los árboles con un "Estoy bien" en respuesta justo antes de tropezar y casi caer de cara al suelo. Katsuki rio.

En cuanto llegaron el rubio recordó el cómo esta será la primera vez que esta tan cerca de los dragones, al menos de éstos. Sabía que la familia Kirishima se encargaba de cuidar los dragones de esta zona, conocidos por ser más agresivos que los del campamento situado más al sur, algo más cercano a la aldea. Pero aún así nunca había venido a verlos tan cara a cara, y su gigantesco cuerpo lo tomó por sorpresa.

Aunque la emoción y el miedo de tener aquellos míticos seres frente a él lo consumiera casi completamente en un segundo la adrenalina se apoderó de si mismo y, haciendo caso omiso al "No te acerques Katsuki, pueden hacerte daño" del padre de Kirishima, se acercó a tocar a uno de los dragones.

Sus escamas eran oscuras y brillantes, de un negro tan oscuro que se podría perder entre la oscuridad de la misma noche. Mantenía sus alas recogidas, recostado en el suelo y mirando a las tres figuras que se encontraban en el lugar con sus ojos color esmeralda. Una blanca mancha como la de que te encuentras en el pelaje de algún animal adornaba las escamas de este ser desde la parte superior de su cabeza, pasando por el lomo y terminando en la algo enroscada punta de su gruesa cola.

Escuchó de forma lejana otra advertencia de parte del adulto, pero no le tomó importancia y su mano se acercó a una de las alas de la bestia. No alcanzó si quiera a tocar aquellas escamas cuando un gruñido lo sobresalto, haciéndolo perder y casi caer de no se porque Kirishima logró sujetar su brazo. El pelinegro suspiró.

"Bakugou, por algo te dijimos que no te acercaras, podía lastimarte" una mueca adornó el rostro del pelinegro "Ven, Katashi no te conoce, acércate conmigo y podrás tocarlo."

El muchacho tiro del rubio luego de que él se lo permitiera. La mano de Kirishima guiaba suavemente los movimientos del rubio mientras se acercaba nuevamente al dragón, Katashi.

Gracias a la compañía de Kirishima el dragón se notaba tranquilo. Acercaron un poco más sus manos y ya lo pudo sentir, el roce de las pequeñas escamas que cubrían ese gigantesco cuerpo. Era áspero al tacto y Katsuki sonrió seguido de su amigo.

"Se sienten ásperas, nunca había tocado unas como éstas"

El muchacho solo sonrió en respuesta, le parecía satisfactorio, ver a ese joven chico al que tantos en el campamento temían por su alterada y explosiva personalidad sonreír como un niño y con ese brillo de emoción en los ojos, era realmente satisfactorio.

Príncipe Dragón | KiribakuWhere stories live. Discover now