Parte 2 El pueblo

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Al día siguiente, Richard despertó sobre la hierba. Babalia, lo había dejado para ir a acurrucarse junto a Bakur, quien gracias a su tamaño, podía darle más calor que el humano. Éste, sin embargo, ya se había acostumbrado a ser abandonado por su colchón alado, en medio de la noche. Se puso de pie y fué a lavarse en el arroyo, que como un hilo de plata, bajaba por la montaña hasta el valle. El agua, aunque fría, sabía fresca. Tras beber un poco y asearse, observó que Bakur se había levantado también. El pulak se acercó a lo que quedaba de carne y gentilmente ofreció a Richard un pedazo, rebanado con su cuchillo de caza.
- Bakur, ya te he dicho que, al menos, te laves las manotas antes de comer - dijo el chico un poco ofuscado.
- Grrrr... Rugió el pulak en tono de protesta, pero de igual modo, fue al arroyo a limpiarselas. -Vuelvo enseguida- balbuceó con voz profunda, mientras se dirigía hacia allá. Babalia se despertó al escuchar el dialogo. Graciosamente se estiró y extendió sus alas en toda su envergadura. Al verla, Richard no pudo evitar pensar en lo impresionantes que son estas criaturas.
¿Qué dirían en la tierra si vieran que seres tan fabulosos realmente existen? Es más, ¿Qué pasaría si supieran que la humanidad no está sola en el universo y que planetas como éste, dónde las formas de vida inteligente abundan, son perfectamente posibles? -Se volverían locos-, pensó. Tal como casi le ocurrió a él, cuando arribó a este lugar.

 Tal como casi le ocurrió a él, cuando arribó a este lugar

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Bakur y Babalia volvieron juntos. Todos se sentaron a "desayunar" un poco de carne y frutas, que el viejo pulak había recolectado el día anterior.
- Grrr... Es extraño. No recuerdo haber estado en este pueblo - señaló Bakur, mientras masticaba un trozo de carne.
- Espero que la gente sea amigable- Dijo Richard con algo de preocupación.
- Hmmm... No te preocupes. Si preguntan, diremos que eres mi esclavo, como siempre. Tal vez debería marcarte otra vez, para que sepan que tienes dueño- respondió el pulak.
- No no no... No volverás a orinarme encima, Bakur. Más me proteje la presencia de Babalia que tu método asqueroso- señaló el humano con energía.
- Grrr... Ja ja ja... Tienes razón. En todas partes se respeta a los dragones. Pero ya sabes que orinar no es mi método. Es la forma ancestral de nuestra raza para marcar territorio-
- Veo que te divierte no? En mi mundo, sólo los perros hacen eso!- Dijo Richard serio.
- Ja ja ja... Sí, fue gracioso aquella vez. Y dime, ¿qué es un perro?- Inquirió el curandero con curiosidad, pero el muchacho no respondió. Tras suspirar, el pulak continuó:
- No se ve un pueblo muy grande. No creo que haya transporte. Ya mis pies me duelen de tanto andar. Parece que estoy envejeciendo.
- Eso es cierto- Señaló Richard burlesco.
- Tal vez hallemos una pista. Mi idea es que viajemos en braham.
- Tengo curiosidad por conocer a esas criaturas - dijo el humano entusiasmado.
- Grrr... ¡Grandes!- Exclamó Babalia estirando sus brazos.
- Je je je. Parece que nuestra amiga recuerda a los braham. Sí. Son tan grandes como para llevar a un pulak o dos encima.
- Deben ser como caballos enormes.
- Esos también son de tu "mundo"?- Dijo Bakur con incredulidad.
- Así es. Sé que no me crees. Pero, a estas alturas, no me importa. Al menos Babalia parece recordar a los braham.
- Sí.  Será bueno para su memoria que viaje con nosotros, después de todo- afirmó Bakur
- También lo creo- asintió Richard.

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