Capítulo tres

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Sus pies lo trajeron hasta donde los míos se movían descalzos al ritmo de las melodías del arpa y la flauta, pero que con su llegada se asustaron y quedaron estáticos, pegados al suelo caliente del jardín.

El hombre desconocido se abalanzó hacia mí y me estrujó entre sus brazos. Todo fue tan rápido que no supe cuando dejó mis ojos y se acercó; tan de prisa, que nadie supo reaccionar.

-¡Nefertari! Te he extrañado tanto, no puedo creer que ya estoy de vuelta en Pi-Ramsés, con mi familia- se separó un poco de mi cuerpo y con sus manos aun en mi cintura me regaló una sonrisa hermosa, era imposible sentir incomodidad, lo único que transmitía era familiaridad- Estás tan bellísima como la última vez que nos vimos, realmente eres la mujer más hermosa de todo el alto y bajo Egipto- sus ojos me contemplaban con admiración y adoración tan genuina que me conseguía erizar.

Él estaba realmente confundido, debía sacarlo de su error, sin embargo, justo cuando iba intentar aclarar la situación, Isis-Nefert que había observado toda la escena desde el toldo, se puso de pie seguida por sus damas y se aproximó hasta donde estábamos.

-¡Príncipe Moisés, que sorpresa verte tan pronto en palacio! Ramsés nos advirtió de tu llegada, pero nos dijo que esta no sería hasta mañana- la gran esposa real le dijo, al ahora confirmado Moisés, muy alegre y al parecer divertida con la situación. Algo raro, ya que, a ella le fastidiaba todo lo que tenía que ver con la señora de las dos tierras y sus hijos.

-¿Isis-Nefert? ¡Claro, eres tú! Que alegría volver a reencontrarnos- Moisés, me soltó pero antes me lanzó una mirada extrañada, probablemente por mi reacción fría. Se acercó a la antes mencionada y la abrazó también cálidamente pero no con la misma efusividad que a Nefertari.

-A mí me alegra de igual manera príncipe, siempre es bueno volver a ver viejos amigos. Pero querido, creo que te has confundido, porque esta joven no es Nefertari-

Moisés volvió a verme nuevamente, e incrédulo me inspeccionó desde los pies descalzos, hasta mis ojos, deteniéndose en mi coronilla. Por el momento yo había mantenido la boca cerrada y la misma posición del principio.

-Oh...por supuesto, no tienes aspecto de reina, y ahora que te observo eres una jovencita a penas, pero dejé de ver a Nefertari cuando ella también lo era, no demasiado como tú, pero ella siempre aparentó ser menor. Lo siento mucho- él parecía realmente avergonzado y algo desilusionado. Moisés, se había alegrado mucho cuando pensó que la que bailaba era su amiga, lo podía notar.

-Ahora, si no eres Nefertari, ¿entonces...?- se le miraba aun más confundido.

-Meritamón, príncipe, soy hija de la reina y el faraón- dije con las mejillas rojas por la situación.

-Por eso tu parecido tan increíble con ella, ahora entiendo. De todas formas eres realmente bella, aún más que cualquiera en Egipto- Moisés me miró profundo, sus pupilas se agrandaron y oscurecieron.

Tomó mi mano derecha y con elegancia la llevó a su boca, posando sus labios, ligeramente abiertos en mis nudillos. Él sostuvo mi mano en la suya y cuando iba a corresponder con algo a su cumplido, vi como su atención se movió detrás de mí. Volteé para fijarme y me encontré con mi madre ya vestida y enjoyada, pero su expresión mostraba bastante desconcierto.

- ¿Moisés?- la reina no despegó la mirada del recién llegado.

- Sí, Nefertari- el príncipe soltó mi mano y caminó hasta mi madre, la abrazó fuerte, los dos lo hicieron pero la efusividad del principio no se hizo presente, más bien se sintió la nostalgia y melancolía del encuentro.

Fue como si Moisés cayera en cuenta de que, la que un día fue su compañera de travesuras, hoy ya era la mismísima reina de la nación más poderosa y que las cosas ya no eran las mismas.

La Familia Real - Meritamón, Ramsés y NefertariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora