Capítulo III

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—Despierta. Ya que doy cobijo al hombre más odiado de Idhún por lo menos que ponga la mesa. El mantel está en ese armario, aunque si no puedes estirarlo bien coloca los vasos —añadió al recordar la pérdida de su mano izquierda—. Suficiente te he ayudado ya como para volverme tu esclavo.

Nico no respondió porque entendía que era lo justo, seguía teniendo lagunas sobre el por qué del comportamiento de Will, pero al estar en una clara desventaja no quiso provocarle. Agarró el trozo de tela y lo estiró como pudo. Por detrás, casi como un sofoco, Will reía intentando no hacer ruido, Nico no se dio la vuelta para enfrentarle porque quería esconder un leve sonrojo en sus mejillas.

—Siéntate aquí, nadie podrá verte desde la ventana —dijo retirándole la silla y usando él la de al lado—. ¿Puedes comer solo o te tengo que dar yo las cucharadas?

—No será necesario.

—Entonces —siguió él ya con los platos delante—, ¿qué tienes planeado? Si quieres vivir conmigo exijo una ceremonia por todo lo alto digna de un monarca como tú. Aunque a lo mejor no deberías llamar la atención durante un tiempo así que tendremos que aplazarlo.

—Mis planes son míos, puedes estar tranquilo. Además, tú no has respondido a mi pregunta de antes.

—Espero que te guste comer en silencio.

Y así hizo. Will odiaba tener compañía y seguir sin hablar, las paredes tenían que echar de menos las risas pero no iba a tener una charla con alguien incapaz de contestarle. De nada le servía prestar atención si sólo le contaban mentiras.

—Volveré a casa. Mi gente está ahí —murmuró Nico rompiendo la burbuja en la que se había metido Will, quien había descubierto que sus ojos eran tan negros que podían reflejar lo que estaba mirando.

—Tus súbditos esperan, por supuesto.

—Mi hermana. Yo sólo tengo una, pero ella sí me espera.

—A mí no me quedan. Tenía dos y parece que los gasté —rió el rubio intentando consolarse a sí mismo—. Esta estúpida guerra... Santa Irial no entiendo las ganas que tenéis todos de seguir peleando. Ellos tenían tantas ganas de hacerlo. "Es nuestro deber", una y otra vez, sin parar, hasta que me lo creí. No lo era, pero sí era lo que querían.

—Creía que tú querías luchar por la vida.

—¿Y cómo gano si estamos en medio de una masacre? Tú dejas atrás a los caídos, tanto de tu bando como del mío, pero yo soy el que se queda al fondo por ellos, la única persona que les va a esperar. Sin contar a sus familias, ellos no tienen la última despedida que mi trabajo me dio a mí, por los menos con Kayla. Austin se perdió en el mar. Percy, un amigo varu, se pasa los días buscando a alguien que rescatar del océano, y ha ayudado a muchísima gente, pero mi hermano no fue una de ellas.

—Veo que no querías seguir callado mucho tiempo —comentó Nico ganándose un empujón de Will que le hizo tirar el cubierto, aunque casi se le escaparon las palabras, no llegó a pedirle perdón—. Cualquiera diría que tenías ganas de hablar conmigo, casi como un amigo.

—Más bien como un error.

—Te arrepientes de lo que has hecho.

—Volvería a hacerlo y eso es lo que me da miedo. Tú no. Sólo eres una víctima más en esto, como todos.

—¿Cronos también? ¿Por qué él es verdugo y yo el pobre alma que ha corrompido? Sé, que ahora puedo dar una impresión equivocada, pero no soy débil.

—Yo no pienso que lo seas, pero sí eres un cobarde —antes de que Nico empezara a discutir, prosiguió—. Incluso alguien como Cronos fue manipulado en algún momento, se dio cuenta, y estuvo de acuerdo con ello. Por eso tú, al descubrir lo que hacían te opusiste y callaste. Eso te convierte en un cobarde, no un villano.

El Amanecer del Cuarto SolWhere stories live. Discover now