Capítulo V

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Once muertos y un herido. Eso es todo lo que habían dejado los sangrefrías del Titán. Will atendió pacientemente al hombre desmayado, la escena le recordaba bastante a una que vivió tan sólo un par de semanas antes, por mucho que sintiera haber pasado una eternidad junto a él. Con cada herida que cerraba tenía miedo de conocer a quien la había abierto. De reconocer su espada, esa que había dejado tirada en el suelo de su casa, en los cortes.

—Deja de huir de mí y duerme aquí —pidió Piper—. Llevas semanas apartándome, sólo te he visto para emergencias y nunca es bueno ver a un médico en emergencias. Y ahora estás muy triste y no quieres hablar conmigo.

Se sentó a su lado suspirando y recostó la cabeza contra la espalda de Will. Él estaba acostumbrado a su contacto pero últimamente las únicas veces que le habían tocado así era Nico tras una de sus pesadillas, así que fueron muchas más de las que admitiría.

—He estado muy ocupado.

—Pero si no ha habido ataques.

—Mi trabajo no es sólo eso.

—¡Qué ha conocido a alguien! Cuéntamelo todo, necesito nombre, físico, dirección, cómo es. Si no me cae bien te lo voy a decir, eso que lo sepas. Es la primera vez que te gusta alguien desde que te conozco. Pero cómo no me he podido dar cuenta, mira estos ojitos de enamorado —dijo apretándole las mejillas con las manos.

—Ya he terminado, puedes marcharte —pidió Will a su paciente mientras ignoraba a Piper—. Si me disculpas, me voy a mi casa.

—Ni loca —exclamó ella poniéndose de pie junto a Will—. Tú te quedas hoy conmigo y vamos a hablar de chicos y de tonterías porque me estoy volviendo vieja y lo odio.

Hizo un puchero que recordó a Will de que, aunque ella tuvo que madurar hace muchos años, tenían la misma edad. Algo de acné le rodeaba la nariz pero también tenía el peso de un reino a cuestas en medio de la guerra, una responsabilidad impuesta sobre la que no pudo decidir, era suya, le gustara o no. Un matrimonio en el que por mucho amor que contuviera, no se hizo según sus deseos.

—De acuerdo. Pero sólo hoy. Y porque eres tú.

Ella gritó y saltó a su alrededor hasta que se enganchó al brazo de Will. Piper seguía parloteando sin parar, como un bello pájaro al que oír cantar. Juntos, entraron en el castillo, con el Segundo Sol despidiéndose por el horizonte.

***

El objetivo era acabar con los máximos posibles antes de que se dieran cuenta. Nico, ayudado de la empuñadura de su espada, ahogaba a los guardias hasta que se desmayaban, dejándolos despacio en el suelo con cuidado de no hacerles más daño. Y sobre todo, de no hacer ruido.

—Busca al general Zhang —le pidió a Hazel que caminaba detrás de él—. Que evacúe el castillo y se refugien en el bosque. Seguro que allí hay alguien dispuesto a ayudar.

—¿Tú a dónde vas?

—A aprovechar mi ignorancia.

***

—No sabía que te gustaban los chicos malos —bromeaba Piper.

—¡Y no lo hacen!

—Ahora mientes y todo, ¿seguro que es una buena influencia?

Will prefería hacer caso omiso así que sólo se tumbó en la cama, pero esa noche, no había nadie a su lado. La habitación de Piper era el doble de su casa entera, aunque entendía por qué, era la suite real. Jason entró para acostarse, su mujer le lanzó un pijama y le mandó a una de las habitaciones de invitados como si nada. Ahora ella se desmaquillaba tranquilamente en su tocador, limpiándose la cara con delicadeza.

El Amanecer del Cuarto SolWhere stories live. Discover now