¡Qué puta gloria sentirte!

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—¿Cuándo? ¿Dónde? Y ¿Cómo ocurrió esto? —expresa mi padre en busca de alguna respuesta que le explique lo ocurrido. —Hace tan solo unas horas, estábamos bien celebrando tu cumpleaños... y de pronto recibo una llamada tuya diciéndome... —toma aire tras humectar sus labios con la lengua.

—No lo sé, papá. Todo pasó muy rápido. —me limito a decirle.

—¿Y tú estás bien, cielo? —palmea mi rostro como asegurándose que mis facciones estén en su debido lugar. —Cuando subimos a tu cuarto y ya no estabas, no supimos que pensar.

—Tranquilo, papá. Estoy bien.

—¡Familiares de la señora Dixon!

—Si, doctor. —mi padre se adelanta en contestar mientras se acerca al señor de bata blanca.

Llevamos alrededor de 3 horas en la sala de espera.

—¿Cómo está mi madre, doctor? —me coloco al lado de mi padre tan angustiada como él pero la cara del médico aumenta el triple nuestro nivel de preocupación.

—No. Por favor, dígame que mi esposa está bien.

—Lo lamento, señor. —esas palabras del médico nos llevaron a pensar lo peor. —La paciente presentó complicaciones durante la cirugía quedando en estado de coma.

—¿Eso qué quiere decir, doctor? ¿Acaso no va a despertar? —inquiero preocupada.

—No lo sabemos, señorita. Algunos pacientes se recuperan gradualmente sin embargo, hay otros que desafortunadamente pasan a un estado vegetativo. Tampoco sabemos en qué condiciones podría despertar la paciente. —nos informa. —Quisiera tener noticias más alentadoras pero hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. —agrega con empatía.

—Entiendo doctor. ¿Podemos pasar a verla? —le pide mi padre.

Mis ojos divisan a un par de policías conversando con la recepcionista como si le pidieran alguna indicación, ella nos señala con el dedo índice.

—Claro, pero en el área que se encuentra solo puede entrar una persona por turno. —específica al notar mi intención de seguir a mi padre. Evito objetar pese a mis ganas de verla, cediéndole el primer turno a mi padre. —Lo guío señor Dixon, también voy para allá. —observo sus espaldas alejarse hasta perderlos de vista.

—Buenas noches, señorita Dixon. —giro sobre mis talones quedando de frente al dueño de la voz que acaba de mencionar mi apellido. —Somos los agentes Patric y Davidson. —corroboro esa información al notar sus uniformes de policías. —Nos alegramos de que haya aparecido ilesa, por así decirlo. —frunzo el ceño confusa. —Tus padres habían reportado tu desaparición a la central y esperábamos las 72 horas para iniciar una búsqueda oficial.

—Ah, entiendo. Gracias. —digo siendo cordial. —No fue gran cosa, ya sabe... escapaditas de jovencita para llamar la atención. —agito mis manos restándole importancia y sonrío para aparentar normalidad.

—¿Segura? —me cuestiona su compañero dudoso, de hecho sonó acusante. —¿No será más bien que alguien la tiene amenazada? —supone jugando al psicólogo conmigo. —No lo sé... quizás alguien que se cree intocable en esta ciudad y evade la ley a su antojo. ¿A quién trata de proteger, señorita?

—¿Perdón? —frunzo el ceño con carácter de seriedad. Fingiendo estar falsamente ofendida.

—Disculpe a mi compañero, señorita. —dice el otro dándole unas palmaditas en el hombro para calmar la situación. —A veces puede ponerse un tanto intenso pero no se preocupe, ya nos vamos.

Creído Zeus (completa) Where stories live. Discover now