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23 de diciembre

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23 de diciembre.

El dorso de su mano esta frío, y sé que mi palma también está fría. Ella tiene esbozada una sonrisa, y a la vez expresión de sorprendida. Es la primera vez que mira la ciudad así, tan luminosa, tan colorida.

Ya son las 12, falta un día para noche buena, y mi plan sigue de pie.

—¿Cómo sabias que se iba a ver todo esto? — me pregunta sorprendida.

—Bueno, vivo a la vuelta, estaba en la azotea cuando vi toda la ciudad iluminada, me gusto y pensé que contigo se iba a ver mejor, ya que estás casi al centro y aquí estoy, — explico—, no me equivoque.

—Así que viniste por ver las luces de la ciudad, ¿Por qué me llamaste? — veo que frunce un poco el ceño.

—Porque — me acerco a ella, la tomó de la cintura y le doy la vuelta, haciendo que queda delante de mí, viendo hacia la ciudad — quería verlo contigo — le digo en voz baja cerca en el oído.

—¿Con... conmigo? — titubea.

—Sí. Contigo.

Elevo mi vista para ver la ciudad y sus colores. Regreso mi vista a ella, y la veo de pies a cabeza, tiene un pijama de Santa Claus, color rojo, lo cual se me hace tan tierno, su cabello está amarrado en un chongo muy descompuesto.

—Linda pijama — le digo cerca del oído.

Ella se da la vuelta lentamente y mira para bajo, para verse, luego eleva la vista y me mira con los ojos un poco más abiertos, mientras se sonrojo, con un color carmesí.

—Gracias — habla con vergüenza.

—¿Quieres ver algo? — ella asiente con la cabeza.

Me arremango un poco el pantalón que traigo puesto, elevo un poco la pierna y le muestro. Ella esboza una sonrisa y luego se ríe.

—Los dos venimos de Santa Claus — le digo sonriente.

Traigo calcetas de Santa Claus, me las coloque porque no encontraba otras, y vi esas al fondo de mi cajón, pero después de todo no fue tan malo, mostrarle eso, hace que se deje de sonrojar. Aunque se ve linda con el color carmesí en sus mejillas.

Ella se da la vuelta de nuevo, dándome la espalda, coloca sus codos en la pared y su cara en las manos sosteniéndola, mientras mira la ciudad atentamente.

—Sabes — habla — eres la única persona que sabe arreglar mis días más descompuesto.

—¿tuviste un mal día? — pregunto.

Coloco mis manos en la pared, una en cada lado de ella acorralándola y me abalanzo un poco sobre ella dejando mi mentón sobre su cabeza sin lastimarla.

—Mmaja — dice sin abrir los labios.

—Escucho.

—Mi padre vino a pasar las fiestas con nosotros — dice desanimada un poco.

Un beso bajo la nieve. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora