Cuarto.

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4.



La habitación, omitía gran parte del ruido producido por Rain over me, la canción vieja y extranjera que tanto le gustaba bailar al alfa con olor alcohol, a sexo y por obviedad, a ese aroma amaderado y cítrico que tanto lo caracterizaba como un individuo dentro de la casta más alta. Un olor, que se asimilaba tanto a su apariencia dura frente a la cámara y de la cuál, se comentaba con frecuencia en los programas de variedades dónde asistía como rutina de promociones. 

Él, era definitivamente un hombre de sangre caliente. 

Un alfa puro que olía con cierto recelo el espacio en su habitación privada, porque HoSeok, no era un alfa tonto y mucho menos delicado a la hora de revisar el lugar al cabo de unos minutos de soledad. En el momento que despejaba su mente de todo e intentaba conectar con su animal en son de paz. El alfa maduro, prieto y grande, no era ingenuo cuando sabía que ese ligero aroma dulce no provenía de su ropa o de afuera.

Las omegas de traje elegante con las cuales se había enredado hacia unos veinte minutos definitivamente olían diferente.

Pero entonces, la pregunta a su desagrado era ¿Qué hacía un omega intruso en su habitación? En su espacio tan privado cuando gran parte de los invitados sabían de antemano a qué lado del apartamento no debían ir. Y con gran parte, se refería a los que sí estaban allí por una invitación formal, y no, a esos omegas baratos que entraron como un regalo de cortesía por parte de la agencia para desquitar el estrés de las promociones. Él, no necesitaba una omega cualquiera para desquitarse, tranquilamente podía ir por una omega bonita y sin enfermedades o vicios como la de hacía un rato. Así mismo, podía escoger una fanática al azar para una felación tras bastidores o el disfrute de su sexo en un polvo rápido, muchas veces, ellas mismas se ofrecía y él, como todo hombre con ojos y una entrepierna activa, aceptaba aclarando de primera mano que eso no significaba nada.

Por la diosa, no de nuevo.

Un gruñido creció en su interior cuando se dispuso de pie una vez más, abotonándose el pantalón descaderado antes de merodear con cuidado y disimulo en su amplia pero cómoda alcoba. El alfa, no era un tonto desorientado cuando escuchó esa pequeña risilla femenina. Sabía lo que eso significaba y no pudo evitar sentir asco en cada parte de su cuerpo.

No pudo evitar, arrugar la nariz con desprecio antes de caminar hacia su armario con tranquilidad, iracundo y gélido como granito.

— Pero qué día. — suspiró, mirando de refilón entre sus prendas colgadas, esas camisas Balenciaga que tanto le gustaban y de las que estaba tan orgulloso de adquirir.

Una pequeña pero significativa muestra del fruto de su éxito.

— Pensé que esto no pasaría de nuevo. — su aparente monólogo seguía mientras se despojaba de la cacheta oscura y grande. Su conversación aparente al vacío se emitía con una calma extraña mientras sustituía su prenda superior por otra; limpia y con olor a suavizante para despejar mejor los aromas. — ¿ Qué es ésta vez? ¿Omega, beta, alfa?

Preguntó al aire cuando esa risilla se emitió por segunda vez en su presencia, acompañado de un aroma a excitación y dulce al límite de lo empalagoso.

Esa persona, era una descarada de primera clase.

Y eso, le estaba comenzando a incomodar.

Porque si algo era seguro, es que ese tipo de amor que profesaban esos admiradores no era un amor sano. Uno limpio y puro como la mayoría, o una admiración aceptable para todos. El alfa, al igual que muchas celebridades de su país, sabía que ese tipo de afecto iba más allá de algo normal. Ese deseo enfermizo nunca le gustó luego de entender a la perfección el comportamiento de un sasaeng.

THE SASAENG [HOPEV] [OMEGAVERSE]Where stories live. Discover now