Maia odia no tener suerte. En algún momento de su vida debió perderla en algún cajón y ahora está escondida y llena de polvo. Si hubiera tenido una pizca tendría un mejor trabajo, podría haber terminado con esa asignatura que no hacía más que torturarla y sacarle el dinero y, sobre todo, no haberse cruzado nunca con Marco Reus.
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