CAPITULO 36

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Faltaban solo unos días para acabar el ciclo académico, los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina, así que había quedado con Katy en estudiar juntas para ayudarnos ante cualquier duda que surja sobre algún tema que no entendamos.

- Siento que mi cerebro no puede procesar ningún dato más por hoy – dije cerrando fuertemente mi cuaderno lleno de apuntes. Llevábamos más de tres horas en su habitación repasando los temas del curso que nos tocaba el día de mañana. Estaba agotada.

Katy se desperezó a mi lado.

- El mío tampoco, pero considero que con lo que hemos estudiado estamos preparadas para lo que se viene.

Asentí dándole la razón.

- De todas formas, mañana hay que ir temprano a la universidad para repasar los temas.

- Si, si llegaré temprano lo prometo.

Guardé mis cosas en mi mochila y me puse de pie para irme, ya se estaba haciendo algo tarde y la verdad solo quería llegar al departamento a dormir lo antes posible.

***

Apenas abrí la puerta principal del departamento me quedé estática al ver a mi madre sentada en la sala.

- Daniela entra, ¿qué haces ahí parada como estatua? – la voz de mi madre me hizo reaccionar. Cerré la puerta rápidamente, dejé la mochila colgada en el perchero y me acerqué al sofá para sentarme a su lado.

- No me avisaste que venias – fue lo único que me atreví a decir.

- Vaya que recibimiento hija.

Ladeé la cabeza y la abracé fuertemente.

- Sabes que puedes venir cuando quieras, pero me hubieras avisado para irte a recoger al terminal de buses – hablé tras separarnos.

- Quería darte una sorpresa.

Y bien que lo había logrado.

El sonido de unos cristales en la cocina llamó mi atención.

- ¿Hay alguien más aquí? – le pregunté frunciendo el ceño.

- Porque no lo miras tu misma – respondió con una sonrisa.

Me puse de pie y fui hacia la cocina para ver de quien se trataba.

Paula se encontraba apoyada en la encimera tomando una copa de vino. Tenía la mirada fija en el piso, parecía estar absorta en sus pensamientos.

Apenas me acerqué a ella sus ojos se desviaron hacia mí y una sonrisa apareció en su rostro.

Cogí la copa de vino que tenía entre sus manos y la dejé a un lado de la encimera. Coloqué mis manos una a cada lado de su cintura acercándola más a mi cuerpo.

- ¿Sorpresa? – susurró con cierto sarcasmo en la voz.

Solté una leve risa negando con la cabeza.

- Me habías dicho que hoy día no ibas a venir.

- Decidí venir de último momento, pero encontré a tu madre aquí.

- Tampoco esperaba su llegada, ¿entonces se han conocido?

Asintió al mismo tiempo que atrapaba mis labios con los suyos, segundos suficientes para provocar una explosión de emociones en mi interior.

Ella se separó de mi para apagar el horno. El aroma a pie de manzana embargo mis fosas nasales desde el primer momento en que lo sacó.

- ¿Lo has preparado tú? – pregunté mientras sacaba unos platos para servir.

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