Capítulo 01

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La vida de Donghyuck era horrible.

Sus días en general eran una repetitiva monotonía color sepia.

Se despertaba, duchaba e iba a trabajar al café junto a su amigo.

Sólo eso.

En ocasiones comía, en ocasiones dormía una siesta, pero nada cambiaba y no había cosa que le diera un punto de vista favorecedor a su rutina, o su aspecto.

No se veía bien.

Bufó frente al espejo y caminó al pequeño armario de madera que estaba frente a su habitación, pues no habían logrado introducirlo por la diminuta puerta; y tomó su uniforme, una camisa color amarillo pastel y un pantalón de vestir color negro.

Se vistió con pereza y regresó al espejo del baño sólo para corroborar que su aspecto no había cambiado mucho pese a la formalidad de su atuendo, y se cepilló el cabello.

Tal vez si usaba maquillaje...

No, no tenía tiempo.

Revisó el reloj, que ya marcaba las seis de la tarde, y suspiró resignado.

Bueno, tenía que trabajar para pagar el nido de cucarachas en el que vivía.

Caminó a la ventana para asegurarla, pues no quería que algún ladrón sin suerte entrara en su apartamento, se molestase por no encontrar nada y terminara por quemarlo; cuando sintió un par de gotas chocar contra su rostro.

Lloriqueó sonoramente mientras la cerraba y caminó nuevamente al armario para sacar una chamarra, después se dirigió a su colchón para sacar sus únicos ahorros debajo de él y así poder tomar un taxi al trabajo.

Sí, apestaba.

Su vida apestaba.

Tomó sus llaves y el plato de comida caliente que había preparado, y salió de su hogar.

Bajó un par de pisos y depositó el plato con cuidado frente a la puerta de su vecina.

La señora Jung era una anciana gruñona que vivía en el mismo edificio que él.

Le habían advertido que no se acercara a ella, pues era bastante antipática, pero no le importó.

La mujer, en efecto, no era muy sociable o delicada, pero había cuidado de él cuando nadie más lo hizo, y ahora él lo hacía por ella.

Esperaba que le gustara su guisado.

Bajó el par de pisos restantes y salió del lugar.

Se aferró como nadie a los billetes en su bolsillo y optó por caminar a su trabajo, tratando de ignorar la fría brisa que apenas y lograba empaparlo.

Agradeció a todos los dioses cuando llegó al local y entró sintiendo la calidez del lugar.

Sus compañeros del turno anterior salían cuando él entró y se despidieron de él con amabilidad.

Por supuesto que eran amables, esos idiotas tenían más probabilidad de conseguir propina en el turno de la tarde que él, en el turno de la noche, atendiendo a los pocos que llegaban a tomar una taza de café por la madrugada.

Idiotas.

- Hola – saludó al chico que estaba apoyado en el mostrador con la mirada perdida en la lluvia

- No tienes el uniforme completo –

- No voy a ponerme ese ridículo gorro de marinero –

El castaño suspiró pesado y puso el accesorio sobre la barra, aún sin mirarlo, haciendo al otro rodar los ojos antes de tomarlo y ponerlo sobre su cabeza con brusquedad.

- No está tan mal –

- Parecemos idiotas – se quejó.

- Donghyuck, nosotros siempre parecemos idiotas – se irguió para mirarlo – es nuestro destino, no lo olvides –

- Como si pudiera – rió - ¿qué hiciste hoy? –

- Fui a la casa de la abuela. Me pidió que me mudara con ella si no planeaba volver a casa con mamá –

- ¿Y qué le dijiste? –

- Que lo estoy haciendo bien, que no se preocupara –

- Le mentiste – asintió – no entiendo, si no te gusta vivir solo ¿por qué no vas con ella? –

- Tengo un punto que demostrar –

- ¿Y por qué no te mudas conmigo? –

- Si voy a vivir en un basurero, que al menos esté cerca de aquí – se encogió de hombros – ya sabes, algo céntrico –

- Que asco –

- Ya sé –

- Como quieras –

- ¿Por qué no te mudas tú conmigo? –

- Ya te lo dije, Sungchan. Firmé un estúpido contrato de un año, aún quedan un par de meses –

- Que asco –

- Ya sé –

Conversaron y trabajaron como normalmente durante las siguientes horas, atendiendo uno que otro par de clientes que llegaban para refugiarse del frío y beber algo caliente.

Era poco más de media noche cuando la puerta de abrió llamando su atención.

- Te toca – dijo el menor.

- La última vez sólo preparaste un chocolate. Eso no cuenta –

- Te toca – repitió, parándose frente a la registradora – buenas noches, ¿qué va a llevar? – saludó mirando al par de chicos frente a él.

Donghyuck frunció el ceño.

Otros dos chicos habían entrado con los dos primeros, pero ellos no se acercaron a ordenar. En su lugar, se sentaron en una de las mesas más alejadas mientras parecían discutir en voz baja.

Sospechoso.

- Un americano para beber aquí, dos emparedados para llevar – respondió uno de los hombres que sí se había acercado.

- Saliendo – murmuró el moreno distraídamente, sin apartar la vista del otro par de extraños.

Se giró para servir el café mientras Sungchan hacía el cobro, cuando escuchó un objeto caer seguido por el quejido del menor.

- Lo siento – se disculpó uno de los clientes, agachándose a levantar la canasta de sobres.

- ¡Idiota! – gritó uno de los sujetos de la mesa, atrayendo la atención del menor – oh, mierda -

- Sungchan, ¿estás bien? – interrogó acercándose a su amigo, quien miraba hacia el que acababa de gritar sin parpadear.

Estuvo dispuesto a seguir su mirada cuando sintió un repentino dolor en el costado de su torso que duró menos de un segundo.

- Levántate – dijo el otro cliente al que estaba en el piso – los chicos lo limpiarán, ¿verdad? –

Entonces lo miró.

Era la criatura más hermosa que había visto en su existencia.

Era un hombre guapo, más que eso, era perfecto.

Lo poco que había escuchado de su voz le resultaba un deleite y sus ojos, que ahora lo miraban confundidos, eran el cielo sobre la Tierra.

Definitivamente era amor a primera vista.

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