Capítulo 4

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Shiemi despertó al día siguiente completamente cansado, su cuello dolía bastante. Se removió suavemente dejando escapar pequeños quejidos, no recordaba que ocurrió luego de que Tanjirō entrara a su cuarto.

"Espera...."

Abrió sus ojos sorprendido sintiendo el miedo invadir su sistema y rápidamente se giró, encontrando al susodicho durmiendo a su lado aún.

—No no no — Murmuró asustado tocando su cuello, sintiendo enormes ganas de llorar, las cuales aumentaron al sentir un pequeño relieve cerca de su clavícula derecha.
Se maldijo a si mismo, maldijo la hora en que nació como un omega y sobre todo, maldijo al Alfa que dormía sin perturbaciones a su lado.
Frunció su ceño y empujó al más alto botándolo de la cama sin mayor esfuerzo, provocando que despertara asustado y algo desorientado.

—¿Shiemi? ¿Qué? — Miró algo consternado al omega, quien ya sollozaba por la impotencia que estaba sintiendo.
—Espera no es lo que crees.

—¡Eres un maldito! ¡Sabía que no podía confiar en alguien como tú! ¡Alfa idiota! — Gritó mientras lo golpeaba con su almohada, no quería averiguar que tan lejos había llegado el ojirubi mientras él estaba bajo los efectos del celo.
—¡Asqueroso! ¡Hijo de pu-...! — se encogió adolorido cerrando con fuerza sus ojos.

—Shiemi... — Intentó acercarse, siendo detenido por un nuevo golpe con la almohada, si bien el omega se veía molesto, el aroma que desprendía solo delataba lo asustado que estaba y eso partía el corazón del joven de aretes.

—¡No me toques! ¡No te atrevas a tocarme o juro que te cortaré lo único que te hace hombre! — Gritó con fuerza mientras seguía golpeándolo.

—Espera, Shiemi... para — Luego de un pequeño forcejeo, logró tomar las muñecas del más bajo, quien comenzó a llorar más fuerte, cualquiera que lo viera en ese momento no creería que se la pasaba gritando groserías la mayor parte del día y peor aún, diría que se lo merecía por estar de ofrecido.
Kamado rodeó el tembloroso cuerpo ajeno dejando suaves caricias en su espalda, sintiendo aún pequeños golpes en su pecho, groserías hacia su persona y uno que otro sollozo.

—Perdón.... Se que no arreglará lo que hice...nunca me aprovecharía de alguien de forma tan cruel, lo hice porque estabas sufriendo mucho... Solo para bajar un poco los síntomas del celo — Habló sin alejarse ni un poco del más bajito, suavizando su aroma lo más posible para intentar calmarlo.

—E...Eres despreciable...tonto...malo y...y no voy a perdonarte...— Hipó suavemente ya más tranquilo, cerrando sus ojos y dejándose mimar.

—Será mejor que descanses, aún estás en celo y no es bueno que te sobre esfuerces. — Susurró el más alto dejando pequeñas caricias en el cabello del omega, sonriendo débilmente, estaba feliz, aunque la marca fuera temporal, se sentía completo y le alegraba que el ojiverde ya no se resistiera, en parte, a su cariño.

Shiemi por su parte estaba aterrado, un lazo significaba esclavitud de por vida, sobre todo para los omegas, quienes no tenían voz ni voto, temía que el alfa usara de excusa que ahora estaban enlazados para controlarlo y prohibirle más cosas, pero lo que más miedo le causaba, era la calidez que sentía en su pecho al saber que ahora compartía un pequeño lazo con su mayor, había fallado en lo único que se propuso años atrás y se sentía patético.

—Shiemi, no tengas miedo.... Prometo que te cuidaré más que a mi vida — La suave voz del ojirubi hizo que un escalofrío recorriera su espalda, en ese poco tiempo que llevaban conociéndose pudo saber algunas cosas sobre Tanjirō, la más relevante era su olfato, no se le escapaba nada y eso era peligroso de cierta forma, pues nadie podía mentirle sin que él lo notara.

Enamórate de mi [Kamado Tanjirō]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora