12. EL AUGURIO

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ISABELLE PRINCE SE LEVANTÓ AL instante de su lugar. Sintió los corazones de sus hermanas pequeñas latir con mucha más rapidez y el sudor aparecer en sus cuerpos, mientras Jules comenzaba a maldecir por lo alto. En otros tiempos, probablemente hubiera silenciado lo que ella estaba murmurando, porque solía creer que las malas palabras no la llevarían a ninguna parte. Al crecer en un hogar repleto de niños pequeños que repetían todo lo que los mayores hacían, se había mantenido mucho más controlada con su propio lenguaje, dando el ejemplo con los menores. Aún así, las cosas eran extremadamente fuertes y unas malas palabras no eran su mayor preocupación en ese momento. Se sentía eufórica, siendo controlada bajo el efecto de la desesperación y del nerviosismo. Parpadeó, porque todo a su alrededor se estaba moviendo y hacía que fuera difícil concentrarse en una sola cuestión. Deseaba abandonar la habitación, correr por el bosque y escapar de todas sus obligaciones, pero no podía hacerlo. No podía escaparse de todos sus problemas, cuando sabía que su madre estaba viniendo en su dirección.

—¿Cómo pudo rastrearlas?— preguntó ella, perdiendo la calma. Se movió de un lugar a otro, mientras acercaba sus uñas hasta su boca.

—Luego de tu desaparición, la policía estuvo muy cerca de nosotras. Mamá comenzó a hablar con un oficial y él le recomendó poner rastreadores en cada uno de nuestros celulares. Sabe que no vamos a ningún lugar sin ellos y prometió que nos cortaría el dedo si lo dejábamos en casa.— explicó Jean, mientras también la miraba con preocupación.— Cuando Jules me contó que estabas viva siquiera pensé en el celular y en mamá, perdón. No creí que ella viniera a buscarnos.

Frunció su ceño. No podía enojarse con sus hermanas, porque ellas no tenían ninguna culpa. Mordió sus labios, las decisiones de su madre podían ser cuestionables, pero proteger a sus hijas era algo que debía hacer. Si hubiera tenido un rastreador esa noche, probablemente el desenlace de su historia hubiera sido diferente.

—¿Qué podemos hacer?— preguntó ella, mirando atentamente a Esme. Sus oídos comenzaron a escuchar un ruido afuera, las ruedas de un auto impactando contra el pavimento. Se sintió nerviosa, pero pensó en que la casa de su madre quedaba lo suficiente lejos de los Cullen. No podía llegar tan rápido.

—Es Carlisle.— anunció su esposa, tratando de tranquilizar a la castaña. Isabelle observó a sus hermanas, sintiéndose levemente un poco más calmada. Creía que Carlisle Cullen era un hombre inteligente, tanto que quizás, podía depositar su confianza ciegamente. Había muchas cosas que tenía que decirle, pensó. Todo la mañana y el resto de la tarde había pasado rápidamente, haciendo que muchas cosas hubieran sucedido ese día. Probablemente no podría contarle todas ellas en esos momentos, pero sería evidente ver a las dos pequeñas en la sala de estar y el miedo que desprendían cada una de sus cuerpos. Mientras escuchaba el auto estacionarse frente a la casa y los pasos acercarse hasta la puerta, se preguntó cómo podría empezar a relatar su preocupación. Suerte que para ella, cuando Carlisle entró por esa misma puerta, Edward fue el primero en hablar.

Tragedy ✓ ⋆ Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora