ᴅᴏs | ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀs

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Camino a la estación de trenes, rogaba por tercera vez en el día no encontrarse con el chico de ojos bicolor, mala suerte le dijo el mundo cuando se encontró con el mismo justo al llegar a la parada, maldijo y se acercó, se puso la capucha pretendiendo que no lo vea, pero sus distintivos rulos hicieron eso imposible.

— Hola lindo. 

— No me vuelvas a llamar así, ¿o quieres que te lo deje claro con una patada en la entrepierna?

— Ok, ok, manzanitas. 

Su sangre hervía, y sus mejillas se coloraron, molesto se alejó del castaño oscuro. Tomó un cigarrillo, y comenzó a buscar desesperado un encendedor en su mochila, luego de dos o tres minutos un recuerdo llego de golpe a su cabeza, no podía estar más frustrado, dejó su encendedor en el patio. 

— Mierda. — Llevó su mano a su cabeza para golpearla con repetición. — Idiota, idiota, idiota. 

— ¿Qué sucede?

— Piérdete Ari.

Gonzalo no dijo nada, observó con más detalle la situación, y sacó una conclusión rápida y razonable al instante, tenía una reacción bastante rápida en todo tipo de situaciones. Un sonido pequeño hizo que Andrés volteara a ver al mayor. Era un encendedor, el menor bajó la cabeza y le acercó el cigarrillo a Gonzalo, éste disgustoso lo encendió para darle al menor su capricho.

— Gracias. —Dijo de mala manera Andrés. 

— Todo con tal de ver esas dulces manzanitas. —Dirigió su índice a una mejilla del menor, el cual estaba muy colorado.

Andrés se dio un respiro, y comenzó a analizar a detalle la situación, preguntas relacionadas con su "acompañante" comenzaron a rondar su cabeza, y como la situación se volvía más enredosa para sí.

— Ari.

— ¿Si caramelito?

— Haré como que no escuche el "caramelito". En fin, ¿por qué haces esto?

— ¿Hacer que?

— No respondas con otra pregunta. Respondeme, ¿por qué me persigues?

El de cabello lacio iba a responder, de no ser por el agudisimo ruido de las vías haciendo fricción con las ruedas del tren.

— Llegó nuestro tren.

— Pero ese no va a la universidad, ¿cómo que nues-

Las palabras del de rizos se vieron interrumpidas por el más alto quien lo tomó del brazo y lo arrastró hasta el tren. El cual estaba sumamente lleno, razón la cual tuvieron que ir de pie.

— Ari, ¿que carajos? Este tren va a cerca de la costa.

Dijo entre susurros mientras golpeaba de forma disimulada al mayor.

— Oh~ vamos cariño~ ¿jamás te has escapado de la preparatoria?

— Pero ya no somos niños, no estamos en preparatoria. Somos adultos en una universidad.

Cigarrillo | Spartor Where stories live. Discover now