ᴄɪɴᴄᴏ | ᴅɪsᴄʀᴇᴘᴀɴᴄɪᴀ

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El semblante de Andrés ardió en sangre, tenía suerte de que la densa oscuridad nocturna disfrazaba el carmesí vivo en sus mejillas minadas de pecas sumamente tenues. Sin embargo la distancia fue la única capaz de resguardar a las "manzanitas" de Andrés, ya que tan pronto como Ari estuvo a menos de dos metros de él, lo notó.

— Preciosas manzanitas que llevas pintadas en el rostro.

— Es por el frío, deja de ser tan molesto Gonzalo.

El de tez morena se limitó a reír silencioso al tiempo que negaba con la cabeza gacha.

"Desgraciado, atractivo, lo odio" pensó Andrés, negándose a la verdad. Este muchacho le abrió la pequeña cerca de metal en ese proceso, a esto Ari se acerca a la casa y bloquea las puertas del auto al mismo tiempo que llama por Andrés.

— Andy.

— ¿Si?

— ¿Puedo darte un abrazo?

Cuando por fin se había calmado, fue como si de la nada en su cabeza un montón de cables pelados se hubiesen topado con una ola de agua y eso hizo que todo comenzara a arder y a chispear, un cortocicuito en todo su cuerpo generó que Andrés comenzara a sudar de manos y a sentir hormigueos por todas partes, mientras el rostro se le coloraba nuevamente y sentía que hasta sus cuerdas vocales temblaban. Odiaba demasiado admitirlo, tanto que le daría asco, pero sí, quería ese abrazo, incluso me arriesgaría a decir que lo deseaba con demasiadas ansias.

— ¿Qué se supone que es esa pregunta de mierda?

"Imbecil" se llamó a sí mismo Andrés ¿qué clase de mecanismo de defensa tan primitivo era ese? ¿cuántos años tenía?¿14? Había metido la pata totalmente, estaba seguro de eso.

— Si no quieres está bien. —Habló Ari con tranquilidad.

— ¡No no no! Sólo se me hizo raro que hicieras una pregunta así.

— Siento que si te abrazara sin preguntar me apartarías de golpe y te enfadarías por evadir tu espacio personal, suelo ser un descarado, pero no demasiado. —Ambos carcajearon.

— No me gusta admitirlo, pero razón no te falta; de todos modos, sí, puedes abrazarme.

Se fundieron en un abrazo cálido, era reconfortante para Andrés, quizá uno de los mejores que había recibido, la firmeza con la que era tomado y el sentimiento que transmitía ese contacto era tan percibible para él, que el disfrute que experimentaba era algo totalmente nuevo para sí.

Al separarse simplemente ingresaron al hogar del de cabellos rizados y Ari agradeció la hospitalidad.

— Tu casa es...

— ¿Un desastre? Un poco sí, estuve todo el día jugando.

— No, iba a decir que es más bien agradable. Me gusta lo rústica que es.

— Gracias supongo, disculpa el desorden nuevamente.

Ari se fijó en los juegos de mesa que permanecían esparcidos por la sala de estar sobre el mueble de madera entre el sofá y la televisión.

— ¿Y eso? —Inquirió el de ojos verdes.

— Ah, estaba jugando con mi hermano mayor.

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⏰ Última atualização: Dec 09, 2022 ⏰

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