Capítulo 1 - Cambiando el Destino

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1521

La ciudad de Belgrado ha caído a manos del Imperio Otomano. Todas las naciones de Europa observan con horror el poderío y la destreza de los otomanos. Ven que el Sultán, al cual consideraban un hombre débil, era en realidad un poderoso estratega militar capaz de someter a cualquier pueblo que osara ponerse en su contra para convertir esta tierra en una nueva provincia del extenso imperio.

Varios reyes y príncipes, conscientes de esta amenaza, comenzaron a enviar embajadores con el fin de firmar tratados de no agresión o acuerdos comerciales para poder preservar sus costumbres y no sufrir la anexión por parte de los otomanos.

Es cuando el príncipe Federico analiza qué estas acciones no son suficientes para llevar una relación adecuada con los otomanos; sabe que el actual rey no hará nada por el bienestar de Dinamarca debido a los problemas religiosos que azotan a varios países del norte de Europa. Reconoce que una alianza política es la más adecuada para preservar y mejorar a su nación.

El Sultán Suleimán tiene un nuevo objetivo: sabe que dominar el Mar Mediterráneo no es suficiente para derrotar al Sacro Imperio Romano Germánico, por lo que buscará la manera de llegar al Mar Báltico. Consciente que una campaña para lograr este cometido sería muy cara y difícil por las condiciones del clima, buscará la manera de cumplir su cometido.

Lo que ambos no sabían es que dentro poco tiempo tendrán la oportunidad de cumplir sus ambiciones por medio de sus hijos, no estaban conscientes que con estas negociaciones cambiarán el destino de dos jóvenes, que con su unión el Imperio Otomano sufriría un cambio político nunca antes visto y que lo llevaría a un periodo de esplendor que ningún predecesor había alcanzado.

Ambos pensaban que podrían gobernar el reino del otro por medio de sus hijos, pero no podían prever que sus muertes impidieron que vieran cumplido sus ambiciones, pero sus hijos llegarán a tener una influencia mayor a la que ellos pudieron haber soñado.

1532

Dinamarca

Me encuentro en mis aposentos pintando un cuadro de un prado en pleno otoño con las montañas de fondo mientras mis hermanas Isabel y Ana estaban jugando cartas sentadas en la hierba.

Después de 3 horas pintando y de estar encerrada todo el día me distraigo viendo a través de mi ventana los campos, en los cuales muchas veces he practicado arquería y esgrima con mi hermano Cristián a escondidas de nuestra madre, imaginando lo que se ha de sentir ser libre de cualquier responsabilidad y poder amar libremente sin tener que cumplir con las expectativas de los demás. Tan perdida me encuentro en mis pensamientos, que no me percate que alguien entró a mi cuarto.

- Una moneda por tus pensamientos - asustada me di la vuelta y dejé de admirar el paisaje.

- Por Dios, Cristián me asustaste. ¿No se supone que te encontrabas cazando con nuestro padre? - le pregunté a mi hermano mientras él se acercaba a apretarme una de mis mejillas.

- Así era pero recibió un mensaje urgente y tuvimos que regresar antes de lo previsto- me respondió - Al menos pudimos cazar unos ciervos y unas cuantas golondrinas.

- Me hubiera gustado ir con ustedes, pero mi madre dice que esa actividad no es apropiada para una princesa.

- No te desanimes Iri, aun eres pequeña pero verás que pronto podrás ir con nosotros de caza - me dijo sonriente. - Y ¿Qué has estado haciendo todo el día?

- Solo he estado pintando un poco - le dije señalando el cuadro - Y no soy tan pequeña, ya tengo 11 años.

- Sigues siendo un niña, pero quién lo diría hermanita tienes un talento incomparable para la pintura - me respondió mientras se acercaba a la pintura - Has podido captar la esencia del paisaje y la belleza de nuestras hermanas.

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