Capítulo 2 El Viaje

1K 88 21
                                    

Junio 1533

Dinamarca

Es increíble lo rápido que pasa el tiempo.

Mi padre murió hace 2 meses por una rara enfermedad que venía presentando desde hace casi dos años y que pocos sabían de ella, entre ellos mi madre y mi gemelo Juan, aunque lo raro fue que Cris no estuviera informado de esto, teniendo en cuenta que él era el príncipe heredero y ahora será el nuevo rey.

Me alegro por él y sé que el reino está en buenas manos, aunque mi madre no está muy contenta con los nuevos acontecimientos, sé que no le tiene mucho aprecio a Cris, pero es el único varón en edad para gobernar el reino y confío en su buen juicio.

Espero que pronto pueda llevar a cabo su coronación sin problemas y consiga aún más aliados para luchar contra los infieles católicos, que ya empiezan a ser una piedra en el zapato de la corona.

Por otro lado, albergaba la esperanza de que mi hermano pudiera cambiar las condiciones del tratado con los otomanos, pero con los problemas de sucesión por parte de los católicos, era evidente la importancia que tenía mi matrimonio para conseguir aliados dentro y fuera de Dinamarca. Todos estaban expectantes con mi compromiso, especialmente los nobles esperaban que mi unión diera frutos y pudieran obtener algún beneficio.

Ahora, mientras terminaba de empacar mis pertenencias para partir en 2 días rumbo a mi nuevo hogar, me detuve pensar cómo el amor o el odio siempre van de la mano. Observar a mi madre llorar a mi padre me hizo comprender que a pesar de la seriedad de ambos, se tenían cariño, pero aún así ella odia con todo su ser a Cristián por ser hijo de otra mujer, tanto así que desprecia su posición cómo el próximo dirigente de nuestro reino. Esto me hizo rogarle a Dios para que me permita conocer el amor de un hombre, esperando que el corazón del príncipe que sea mi esposo me ame cómo soy y no me convierta en un trofeo al cual presumir ante los altos cargos del Imperio y a su vez, que tenga un corazón cálido para aceptar a aquellos que no son ni piensan cómo él.

Justo cómo yo.

Pensar que dentro de un mes dejare de ser Irina para tener un nombre acorde al islam y tener qué adoptar costumbres un poco extrañas para mi gusto, hace qué en varías noches no pueda dormir por la angustia qué se sembraba dentro de mi.

- Hermana, ¿Estás adentro? - una vocecita dijo mientras abría la puerta y asomaba un poco su cabeza para verificar que estuviera dentro.

- Pasa Ana - sin levantar mi vista en lo que doblaba unos vestidos - ¿Qué pasa? Es raro que estés en mi cuarto.

- ¿Por qué te tienes que ir, Irina? - me pregunto Ana directamente, sumida en la inocencia infantil que aún guardaba - ¿No te puedes quedar?

Deje de doblar el vestido que tenía en mis manos, me di la vuelta para verla e indicarle que se sentara en mi cama.

- Ana, me gustaría mucho poder quedarme con ustedes, - le respondí mientras me sentaba a su lado - pero mi matrimonio es algo que no puedo evitar. Cris necesita de la alianza con el Imperio Otomano. - le expliqué a la vez que le acariciaba su cabello negro, ella solo arrugaba su vestido entre sus pequeños puños, ahogando su infantil frustración - Es mi deber cómo miembro de la familia real danesa ayudar a mantener la alianza.

- ¿Pero no sería mejor enviar a alguien más en tu lugar para sellar la alianza? - me miraba con unos brillantes ojos cafés expectantes de una respuesta afirmativa.

- No es posible Ana. Cómo princesas, muchas veces tenemos que ayudar a nuestro reino a tener aliados poderosos - no pude evitar derramar una pequeña lágrima al decirle la triste verdad que nos espera no solo cómo princesas, sino también cómo mujeres - Algún día tú también te casarás, ya sea con un noble danés o algún príncipe para ayudar a nuestro reino. - Aunque ella parecía entender las razones por las que tenía que partir, se veía recia a dejarme marchar.

I was hereWhere stories live. Discover now