Prólogo.

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Prólogo. 

Desde hacía tres años que mantenían esa rutina. Cada viernes a la noche solían salir a divertirse en parejas. Si bien al comienzo la situación le resultaba un poco incómoda, Samantha había logrado acostumbrarse. Gillian junto a su pareja Jeff eran personas sumamente adorables. Si de por sí cada uno tenía una personalidad chispeante—y una alegría contagiosa—juntos eran imparables.

Por otro lado se encontraban ella y Nick. Llevaban apenas unos pocos años saliendo—tres para ser exactos—pero se sentía como si hubiera pasado juntos una eternidad. Para ser sinceros, ella jamás creyó que luego de lo de Harry fuera capaz de salir adelante. Sin embargo, lo hizo. A la vez que su relación con Nick se fortalecía, el recuerdo de aquel primer amor poco a poco iba desvaneciéndose.  Y eso era un gran logro para ella.

Los primeros meses fueron, como quien dice, una osadía. Reducir a lo mínimo posible aquellos devastadores sentimientos por Harry fue una lucha; al igual que lo fue tratar de borrar todas aquellas memorias que, un largo tiempo atrás, juntos construyeron.

Cuando creyó que había cerrado definitivamente su corazón, y que no sería capaz de volver a amar con la misma intensidad, apareció Nicholas. Él dejó en claro en primer momento que sus intenciones se basaban en: quererla y cuidarla, como merecía. Y lo mejor del caso fue que, tampoco opuso resistencia cuando Samantha aclaró que le iba a costar embarcarse en una nueva relación. Nick iba a tener que esperar, sin embargo eso estaba bien para él, porque era capaz de esperar el tiempo que fuera necesario hasta que ella estuviera lista.

—¿Qué crees tú que están curioseando por allá atrás?—Preguntó Samantha cuando se volteó y encontró detrás de sí a su novio charlando prácticamente entre susurros con Jeff.

—Cosas de negocios, supongo—Gillian se encogió de hombros mientras continuaban con su caminata a la orilla del mar.

Samantha la observó bien, porque le pareció ver complicidad en la mirada de su amiga. Sam solía tener esos raros presentimientos que siempre se hacían realidad. Y para ese entonces, sospechaba que Gillian estaba al tanto acerca de algo de lo que ella no.

Cuando conoció a Gillian por primera vez le recordó mucho a Jane. Tenían las mismas actitudes, y gestos. Ambas guardaban siempre ese aire de misterio y esa complicidad. Todo el tiempo. Era difícil seguirles el paso. Sin duda no se hubiera sorprendido si le decían que eran familiares.

—Hey, ¿Cómo estás tú?—Gillian cuestionó, llamando su atención. Samantha se regresó hacia su amiga y formuló un inaudible “¿qué?” con sus labios ya que no había escuchado la pregunta. Gillian sonrió, y repitió.

—Oh—asintió y se cruzó de brazos bajo su pecho—Bien, estoy bien—sonrió dulcemente.

Una pequeña brisa sopló, y le erizó la piel. Gillian comenzó a hablar cosas a las que, francamente, Sam no le prestó atención. Estaba enfrascada en tratar de descubrir que se traía su novio entre manos. No era solo aquel momento en la playa, era desde hace semanas. Llevaba un comportamiento raro, actuaba distante y no conversaba tanto con ella como le gustaría. Era preocupante. 

Mientras divagaba, sintió dos frías manos posarse en sus hombros desnudos. Detuvo su paso y se volteó para encontrarse con Nicholas a escasos centímetros de su rostro. Ella sonrió y se inclinó para tocar sus labios con los de él.

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