Capítulo 2.

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Toda la nostalgia, que me obligué a no sentir, llegó al instante en que aterrizamos en el aeropuerto internacional JFK.  Nick me había mantenido distraía todo el viaje, de modo que ni siquiera pude pensar que sería de mi cuando estuviera nuevamente en casa. Pero cuando aterricé, fue inevitable. Tuve que luchar contra las memorias.

—Iré por las maletas. Espérame aquí—Nick me sonrió antes de apartarse de mi lado.

«Bien»

Moví los lentes de sol desde mis ojos hasta mi cabeza. Solté un suspiro al darme cuenta que estaba parada exactamente en el mismo lugar donde vi por última vez a Harry. Me estaba torturando. Sentía la vulnerabilidad estando allí parada, sola. Siendo franca, estaba aterrada de encontrármelo. No estaba lista para algo como eso, aun.

—El auto está esperando afuera por nosotros, cariño—me sobresalté cuando Nick apareció, el frunció el ceño ante mi reacción, pero lo dejó pasar. Asentí—Bien, vamos.

Aferré mi bolso a mi hombro, y ayude a mi novio con algunas maletas. Mi plan era tratar de pasar desapercibida por la ciudad. Cuánto más tiempo estuviera sin que Harry se enterara de mi regreso, estaría perfecto.

Prometerme que no pensaría mas en él, ni en nada que con él tuviera que ver, fue una estupidez. Dicho sea el paso, es una estupidez prometer algo a sabiendas de que no lo podemos cumplir.

Sabía que las cosas no eran las mismas; para ninguno de los dos. Yo había reconstruido mi vida, y Harry…posiblemente también. Quizá él continuaba en la empresa o quizá ya no. Tal vez se había mudado o tal vez seguía viviendo en la casa de sus padres. Podía ser, también, que hubiese encontrado un nuevo amor. Y ese último pensamiento—de algún modo—me amargó.

—Bienvenida de regreso—murmuré para mí misma.

+++

El pent-house que Nick compró para nosotros se ubicaba en Manhattan, a unas pocas cuadras de Central Park. Era bastante amplio para ser un lugar donde vivirían solo dos personas pero, de todas formas, lucía como algo a lo que podría acostumbrarme. La vista desde allí arriba era simplemente maravillosa, y el diseño interior extraordinario. La mezcla perfecta entre el lujo, y la elegancia.

—Y, ¿Qué te parece?—preguntó Nick cuando estuvimos instalados. Lleve mi mirada desde los amplios ventanales hacia él. Le sonreí.

—Sin palabras. Absolutamente maravilloso, me encanta.

Lentamente me acerque y me tumbe a su lado en el sillón, dejando caer mi cabeza sobre su regazo. Él sonrió ampliamente mostrando una hilera de dientes perfectos.

Nicholas era una persona de gran poder adquisitivo; había nacido y crecido rodeado de lujos. Su vida siempre fue un privilegio, y eso fue algo que me costó asimilar. Nuestras vidas, en ese sentido, eran muy diferentes. Yo había visto a mi madre sufrir más de una crisis económica, la había visto sudar antes de conseguir un lugar decente donde vivir. Si bien no había tenido todo lo que hubiese querido, tuve todo lo que necesité. Y con eso era suficiente para mí.  

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