Capítulo 4

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Sasuke llegó a la conclusión, hacia la media noche, de que Los Siete Pecados duplicaba el aforo máximo permitido.

La discoteca estaba a reventar.

El techo, teñido de coloridas y estroboscópicas luces de neón y láseres de colores se combaba sobre un bullicioso mar de carne y músculo que bailaban frenéticas en la pista de baile al ritmo del vibrante tema "Sandstorm" de Darude, cuya única melodía se basaba en un repiqueteo instrumental constante y adictivo.

Sasuke arrugó la nariz con desagrado. El fuerte olor a sudor y nicotina, a humanidad alcoholizada impregnaba el ambiente. Sasuke tuvo que esquivar a decenas de personas que iban y venían sin aparente destino, que lo empujaban, manoseaban y trataban de retenerlo con una vulgar propuesta de sexo rápido en el cuarto oscuro antes de encontrar un rincón tranquilo y poco iluminado al final de la larga barra de bar. Se sentó sobre uno de los altos taburetes e hizo una señal al camarero para que le sirviera un Tom Collins.

Los siete pecados estaba en auge. Y como toda discoteca de moda que se preste, se veía atraída por público de toda índole, a pesar de ser un reconocido local de ambiente por la llamativa bandera multicolor que adornaba la entrada. Disponía de tres zonas; la pista de baile de diferentes niveles en cuyo centro se levantaban varias tarimas y jaulas desde donde admirar a los múltiples gogos semidesnudos, la zona de reservados, repleta de cómodos sillones y butacas donde el ambiente resultaba más cerrado e íntimo, y una DarkRoom, lugar tan oscuro como la boca de un lobo, donde el cliente podía conseguir un encuentro sexual rápido y generalmente anónimo.

Sasuke nunca había entrado en una, pero no era necesario adentrarse para saber lo que albergaba en su interior.

Ninguna de esas salas era de su interés.

La zona VIP, el espacio que solía ocupar Kaguya junto a sus pesquisas, se encontraba en el segundo piso. Escalera que defendían cuatro fornidos seguratas de todo aquel curioso interesado en subirlas. La zona VIP disponía de una ventana, algo así como un mirador que daba una panorámica completa de la pista de baile, y por el que ella solía asomarse en busca de su siguiente víctima.

A Sasuke no se le daba bien bailar, mucho menos seducir. Para no faltar a la verdad, no conocía ni una sola frase con la que iniciar un burdo flirteo. No las necesitas cuando dispones de un cuerpo de infarto y una sonrisa que levanta tantas pasiones como las humedece. Pero la misión requería el esfuerzo de desplegar sus encantos masculinos para cautivar a Kaguya. Se sentía aliviado de que ese usuratonkachi no estuviera allí para verlo hacer el ridículo.

Y pensando en el idiota de turno.

Sasuke no pudo evitar soltar una lacónica carcajada ante el recuerdo. El rubio seguía siendo un jodido experto en el arte de ser ingenuo, bobo y encima dormilón. Un policía instruido como él debería haber previsto sus movimientos. Casi lamentaba no estar allí para verlo despertar esposado al cabecero de la cama, desnudo y de muy mal humor.

No todos los días podía decir que había dejado a un hombre insatisfecho y maniatado a la cama, sin justificación que abalara su ausencia.

Pero no iba a permitir que cargara con una responsabilidad tan grande.

Ya lo hizo una vez. Y casi muere en el intento.

No dejaría que el destino intentara arrebatárselo de nuevo.

Ese idiota.

Naruto continuaba ejerciendo un poder de atracción sobre él incapaz de eludir. Cuando lo miraba fijamente con aquellos límpidos ojos azules, tan franco, tan sincero, cuando le sonreía con aquellos dientes blancos, cuando se tocaban aunque fuese para iniciar una pelea, los planetas de su universo interior dejaban de girar. Y en su mente sólo existía Naruto.

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