Capítulo 5

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—El comisario jefe da órdenes de extremar la precaución —le había comunicado disimuladamente un policía de encubierta que disponía de un diminuto micro camuflado en la oreja—. Se ha detectado la presencia de Madara en el interior de la discoteca.

—¿Madara? —rugió Sasuke con el rostro desencajado y el corazón a mil por hora—. ¿Dónde?

—La cámara que lleva Naruto lo ha detectado en la sala VIP junto con Gaara, antes de que perdiéramos la conexión. El comisario ordena mantener posiciones y no desplegar la carga policial hasta nueva orden, de lo contrario...

Un disparo, un grito ahogado, y el compañero policía infiltrado que le estaba indicando las órdenes, cayó desplomado a sus pies en medio de la discoteca.

¡Y una mierda! ¡Ya saben que estamos aquí!

Todo sucedió muy rápido. El mar de carne allí agolpada entró en pánico ante el sonido de disparos, gritando, corriendo, pisándose unos a otros en estampida hacia la salida de emergencia, que en cuestión de segundos se vio saturada y taponada, aplastando a varias personas en el proceso. Lo que originó que ni los civiles allí agolpados pudieran salir del recinto, ni los policías que acordonaban la zona en el exterior pudieran entrar como refuerzos.

—¡A todas las unidades, código uno! —alertó Sasuke recogiendo el pequeño micro de su compañero caído—. Agente herido. Enemigo armado.

A tiempo estuvo de esconderse tras una columna para esquivar las balas que le dirigían dos de los fornidos seguratas que parapetaban la entrada al segundo piso. Cargó el arma que escondía entre sus ropas, y disparó de vuelta. Los dos esbirros cayeron al instante. Esquivó a la multitud en dirección a la escalera, donde intercambió nuevamente disparos con los dos vigilantes restantes, también derrotados. Ascendió por las escaleras, y al no encontrar más sicarios, se lanzó sobre la última puerta que daba acceso a la sala. Tras él, otro compañero policía lo secundó de refuerzo que se apresuró a tomar el control de la planta superior.

—¡Policía! ¡Manos arriba! ¡Que nadie se mueva!

La puerta de entrada a la famosa sala VIP se proyectó hacia dentro violentamente con una fuerte patada, haciendo saltar las bisagras y desgarrando los trozos del marco. Sasuke irrumpió como un alud en la habitación, con el arma en alto, el rostro colérico y las pupilas fuera de órbita. Como si hubiera sabido de antemano lo que iba a encontrar allí.

Pero no fue así.

La sala estaba atestada de chicos jóvenes y medio desnudos, que temerosos, se arrinconaron contra la pared más lejana. Pero ningún rostro conocido. Ni Madara, ni Kaguya, ni Gaara, y lo más preocupante, tampoco encontró a Naruto.

Pero sí más esbirros armados.

A tiempo estuvo de esquivar varias balas, disparar un par de vuelta y lanzarse con una rapidez imprevisible sobre el guardia que le disparaba, proyectando su cuerpo sobre él, que fue a chocar contra la pared más cercana, iniciando un forcejeo por la posesión del arma. No le costó demasiado. Una vez desarmado lo levantó en volandas, apuntando bajo su mandíbula con el arma.

—¿Dónde está?

—No sé de qué me hablas —masculló el individuo desafiante.

Sasuke inclinó el arma hacia abajo, disparándole en una pierna.

—¡Ahg! ¡Cabrón, ésta me la pagarás!

—Escúchame bien, hijo de puta. El próximo tiro será en la cabeza. Ahora dime dónde está Madara y el rubio con cara de idiota —bramó imprimiendo la fuerza del cañón sobre la sien del individuo.

Estás arrestadoWhere stories live. Discover now