37.

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«¿Por qué un sarang estaría saliendo con un teochi

La incómoda pregunta se clavó en mi mente mientras me limpiaba con una servilleta. Aunque había terminado de disfrutar el plato fuerte del evento, en la mesa que estaba a mis espaldas un par de mujeres adultas habían comenzado a hablar imprudentemente.

La plática se podía escuchar con claridad debido a que el volumen de la música había disminuido. Y lo más molesto era que cada palabra que era expulsada de sus bocas parecía provenir desde un megáfono. 

Eran las voces más chillonas que había escuchado en mi vida.

—Creo que el hijo menor de la familia Na está saliendo con el teochi que salvó —comentó una de ellas.

—Vuelvo a lo mismo, Cho Hee, ¿por qué estaría saliendo con ella?—preguntó la otra con un tono despectivo. 

—¿Simpatía?—propuso la mencionada—. ¿O tal vez esa mujer se obsesionó con él?—cuestionó con desdén—. Ya sabes que esos seres sienten con mucha intensidad. Puede que incluso lo haya manipulado o algo.

Cerré mis ojos con fuerza y apreté mi mandíbula; por un instante la ira había nublado mi racionalidad. Escondí mis manos bajo la mesa y respiré hondo para reprimir mis ganas de intervenir en su conversación.

Sin embargo, debía reconocer que tenían un punto. Un sarang puro nunca saldría con alguien a quien no ama. Menos con un tipo diferente al suyo.

Pero Jaemin no pertenecía a esa clasificación. Y no podía dejar que empezaran a dudar de él.

—¡Pobre de la familia Na!—exclamó dramáticamente—. Espero que se deshagan pronto de ella. 

—Ojalá —dijo con desesperación quien recibía el nombre de Cho Hee—. Podría afectar la reputación del futur-

El impacto de una copa contra el suelo hizo que las mujeres guardaran silencio, y al mismo tiempo, casi me había provocado un paro cardíaco.

Observé a cada uno de mis amigos, quienes lucían igual de aturdidos que yo, hasta que me topé con el rostro de Jeno. El rubio estaba sentado a un lado de Chenle y quedaba a mi derecha.

—Se me resbaló—dijo mientras se ponía de pie y atraía múltiples miradas de la gente—. Mi objetivo era diferente—reveló, fijando su intensa mirada en el par que estaba detrás de mí—. Es una lástima.

Una de ellas bufó. La otra soltó una risa nerviosa.

—Un yasaeng —escupió la mujer sin poder ocultar el odio en sus palabras—. ¿No tienen su propio espacio?

—Al final ellos deciden dónde quedarse, pero considero que no deberían tener esa libertad —intentó murmurar la otra—. Solo deberían aislarlos.

—¿Todavía siguen hablando mierda?—cuestionó el rubio con fastidio.

—Llamaré a seguridad —masculló la mujer llamada Cho Hee para después levantarse de su asiento.

Era suficiente. Estaba cansada de la actitud de estas dos señoras.

Coloqué mis manos sobre la mesa, tomé impulso para levantarme y moví mi silla para acercarme a Jeno. En el corto camino, logré ver cómo dos empleados se aproximaban a nuestra mesa.

—¿Estás herido? —pregunté bajando mi mirada, ubicando las pequeñas piezas de cristal que se habían esparcido por el lugar.

No hubo respuesta. Solo una seca carcajada salió de sus labios.

—Por eso dije que era mala idea que se quedara con nosotros —comentó Haechan, poniéndose también de pie y uniéndose al rescate—. Dame tu mano.

Tres segundos  | Na JaeminWhere stories live. Discover now