23.

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Aplaudí desganada en cuanto uno de los médicos del hospital terminó de hablar. Había pasado casi una hora desde nuestra llegada, pero se había sentido como una eternidad, y más con los extensos discursos de algunos personajes importantes de Seúl que estaban sentados en el centro del escenario. Sin embargo, tras una ronda de aplausos, el maestro de ceremonias anunció el turno del padre de Minhee, quien al parecer era el último.

El señor Kyun se puso de pie, se ubicó detrás del atril situado a la izquierda, probó el micrófono y comenzó su discurso. Esta vez no prestaría atención, ya que probablemente repetiría lo mismo que el sujeto anterior sobre lo importante que era la inauguración del nuevo edificio. 

Así pues, eché un vistazo a Jaemin, quien estaba a mi lado, y luego paseé mi vista por todo el lugar por enésima vez.

El color marrón predominaba en todo el salón, y aunque la luz era tenue para que se pudieran apreciar las cinco pantallas que mostraban imágenes del proyecto, el ambiente brindaba una sensación de elegancia. Asimismo, las mesas circulares estaban cubiertas por un mantel blanco, adornadas con un hermoso arreglo floral rodeado de tres velas en el centro, mientras que los cubiertos, platos, tazas y copas estaban acomodados, listos para ser utilizados.

Giré mi cabeza lentamente hacia la salida del espacioso salón, la cual estaba justo a mi izquierda y protegida por algunos meseros, y recordé cómo el vestíbulo estaba repleto de coronas de flores de tres niveles. Además de que ofrecían cafés exclusivos, tés y pequeños pasteles para mejorar la experiencia mientras comenzaba la ceremonia, así como un chequeo médico gratuito en caso de necesitarlo. 

Suspiré. No había mucho por observar, no conocía a nadie para platicar y me estaba agotando de solo estar sentada.

Jaemin, en cambio, platicaba cortésmente con dos de las cinco personas que estaban sentadas con nosotros, ya que eran cercanos a su progenitor o al menos eso había escuchado hasta ahora. Tristemente los padres de Hana no habían apartado espacio para nosotros, y como Na no planeaba estar con sus familiares al frente, terminamos en las mesas del final, las cuales estaban más cerca de la salida.

Por ende, como me estaba muriendo de aburrimiento, comencé a contar las mesas que estaban a mi alrededor. Iba por el número veinte cuando escuché algo que llamó mi atención.

—Queremos expresar nuestro más profundo agradecimiento a la familia Na, quienes presentaron la idea y han apoyado financieramente el proyecto desde sus inicios. —El señor Kyun hizo una pausa, dando paso a una ronda de aplausos—. Es un verdadero honor poder trabajar de su mano, ya que su preocupación por lograr que todas las personas reciban atención médica de calidad nos ha motivado infinitamente a crear un espacio abierto y gratuito para la población. —Pausó de nuevo y aproveché para mirar de reojo a Jaemin.

—¿Estás bien? —pregunté en voz baja al ver cómo apretaba con fuerza una de las cucharas—. Detente, la romperás.

—Estoy bien —murmuró sin voltearme a ver.

Resoplé y regresé mi vista al frente, enfocándome nuevamente en el padre de Minhee.

—Me resta darles las gracias por su asistencia a este importante evento que será trascendental para el desarrollo de nuestra sociedad, promoviendo la solidaridad independientemente de la clasificación y condición económica de cada persona —agregó para finalizar sus palabras de apertura y después hacer una reverencia.

Algunos reporteros se acercaron al escenario velozmente. Las personalidades que habían ofrecido un discurso se levantaron, se formaron en una fila, sonrieron mostrando su dentadura y tomaron una foto mientras cortaban simbólicamente una cinta roja. Todos los demás espectadores se pusieron de pie y aplaudieron, acto que repetimos. 

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora