//6//

6.7K 616 329
                                    

Los nervios son buenos, te ayudan a estar alerta y concentrada. Alerta y concentrada, Ina, acuérdate.

Asentiste para reafirmarte y seguiste de pie, plantada en medio de la cocina.

Si eso de los nervios era verdad, ibas a tener la capacidad de concentración de un monje shaolin, porque estabas temblando, literalmente. Era el primer día que ibas a trabajar en toda tu vida, por lo que era muy importante causar una buena impresión y trabajar con seguridad... Las charlas TED que habías escuchado durante toda la semana, al menos, decían eso...

Además, estabas preparada. Habías estudiado la manera más efectiva de lavar los platos (aclarado, remojo unos cinco minutos en agua tibia y frotar), de lavar el suelo (lejía, círculos, de fuera a dentro), de limpiar las mesas (producto para maderas, trapo de tela). De sacar la basura no habías buscado nada, pero suponías que podrías apañarte. Aunque ahora que lo pensabas, quizás había alguna técnica que pudiera ayudarte a hacerlo de la manera más eficiente posible... y tú no la sabías.

No podías dejar que el temor te controlase, una búsqueda rápida en Google te haría saber todo lo necesario.

La puerta de la cocina se abrió cuando estabas metida de lleno en la lectura de un artículo fascinante sobre el reciclaje y el tratamiento de basuras, y tu hermano pasó al interior de la sala, con los ojos hinchados y visiblemente cansado. Era lógico que estuviese en ese estado; normalmente, Jin se pasaba el día sin dar palo al agua, por lo que eso de trabajar debía estar pasándole factura tan solo una semana después de haber empezado.

—¡¿Qué haces tú aquí?! —exclamó, pegando un salto en el sitio al verte ahí parada.

—Trabajo aquí, Jin... ¿te acuerdas? —preguntaste preocupada.

—Sí, sí, eso ya lo sé, idiota. Pero ¿por qué estás aquí tan temprano?

¿Te habías pasado?

Pensándolo fríamente, quizás era un poco excesivo estar en tu puesto de trabajo dos horas antes de que te tocase. Vale, era un dato importante a tener en cuenta a partir de ahora, así que lo apuntaste mentalmente: con una hora antes será suficiente.

—Eres una pringada —espetó tu hermano, llevándose una mano al pecho mientras daba vueltas por la cocina.

—¡No soy ninguna pringada! —te defendiste ofendidísima—. Que tú seas un irresponsable y un cabeza hueca no quiere decir que yo...

—Eh, eh, eh, Inita, no te pases; acuérdate de lo que hablamos ayer... —La cara de suficiencia de tu hermano te obligó a morderte los labios inmediatamente. No podías meterte con él si querías seguir trabajando ahí, así que apretaste la mandíbula y cerraste el pico—Bien, así sí: calladita por una vez —suspiró satisfecho—. Ya que estás aquí, puedes ir limpiando las mesas.

—Pero ¿no deberías formarme en cómo debo de...?

—Las mesas, Ina, las mesas —repitió con pesadez, repartiendo botes raros de especias por la encimera—, ¿te tengo que recordar que soy tu superior?

—Noooo —murmuraste mosqueada.

—Pues a frotar.

Bueno, tener a tu hermano de jefe tampoco era lo peor que podía pasarte. Ya habías soportado que te mangonease toda tu vida; eso no era nada nuevo. Recordaste con nostalgia cómo Jin te engañó cuando tenías siete años, diciéndote que si hacías su cama todas las mañanas, él mismo te compraría una bici nuevecita.

La bici llegó, claro, pero de las manos de tus padres. Y llegó después de una semana de lloros cuando tu hermano te confesó que te estaba tomando el pelo.

Erase meWhere stories live. Discover now