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La estancia en la que te encontrabas era aún peor que en la que vivías tú. No es que tuvieras la intención de ser prepotente o sobrada en un momento como este, pero cualquiera vería que ese piso estaba hecho un desastre...

El apartamento se encontraba en un bloque de pisos de... dudosa fama, eso para empezar, y para seguir (además de que jurarías haberte encontrado con dos gángsters en las escaleras), el apartamento entero era del tamaño de un cuadradito en el que se repartían salón, cocina, baño y una habitación que no daba más que para la cama de matrimonio.

Te estremeciste internamente al ver las sábanas revueltas de su cama y apartaste la vista de inmediato, completamente tiesa como estabas sentada en el sofá (que era todavía peor que el de tu casa, claro).

Jungkook llevaba un buen rato en la cocina, por lo que habías podido inspeccionar todo lo que tu posición privilegiada te había permitido; aunque, siendo sincera, no había mucho que cotillear. La casa estaba bastante despejada, o bien le iba muchísimo el rollo minimalista o no tenía pasta para comprar muebles...

Lo bueno de ese piso (encontraste algo bueno, sí) era que estaba increíblemente limpio y ordenado. Como si Marie Kondo hubiera decidido hacerle una visita al chico ayer mismo. Lo único que no lo estaba eran las sábanas blancas de la cama, que observabas compulsivamente cada pocos segundos sin querer.

Por favor, Ina... no te puedes poner nerviosa solo por mirar la cama de un chico.

Ese pensamiento hubiera tenido más sentido si no fuera porque esa cama de chico a la que te referías estaba también en la casa de un chico; uno al que apenas conocías, uno al que escuchabas trastear en la cocina. Y tú estabas a solas con él, en su piso, de noche... Lo que es peor: estabas en el sofá de ese chico, en su piso, de noche...

Voy a reventar.

Las manos incluso te temblaban. Era patético, pero de repente solo te apetecía salir corriendo.

Decidiste que, mientras Jungkook seguía con lo que estuviera haciendo en la cocina, lo mejor sería fijarse en algo menos comprometedor que su cama. Las paredes beige eran buena opción, pero los desconchones te ponían de los nervios, así que bajaste la mirada al suelo. El cambio resultó ser igual de triste, puesto que el parqué estaba hinchado por algunas partes o desvaído por otras. De repente te arrepentiste de haber aceptado ir a tal sitio. Por lo menos en el pc bang disponías de un ordenador; es decir, de una fuente de entretenimiento de la que echar mano durante horas y horas, pero ahora... ¿qué ibas a hacer toda la noche en el piso de Jungkook?

La realización de lo sucia que podía llegar a ser tu mente te puso todavía más de los nervios. Si ni siquiera te habías podido sentar en el sofá por iniciativa propia, el chico te lo pidió tras verte cinco minutos clavada en medio del salón, junto a la mesita baja que tenías ahora en frente, ¿cómo demonios podías pensar siquiera en temas más turbios?

—¿Seguro que no quieres un sándwich? —preguntó el moreno, saliendo de la cocina con un plato rebosante en la mano.

—S-seguro —tartamudeaste, poniéndote todavía más tiesa.

Jungkook, ni corto ni perezoso, se encogió de hombros y caminó el pequeño recorrido que le separaba de ti, y, sin más, se sentó a tu lado. Como si no le importara una mierda que tu corazón pudiese reventar de un momento a otro por culpa de la presión.

Ahora no solo estabas en el piso de un chico, en su sofá, de noche... Ahora, estabas sentada en el sofá con un chico, en su piso, de noche...

El moreno (que, encima, se había puesto cómodo y ya no llevaba chaqueta ni zapatos) dejó el plato sobre la mesita, sin parar de masticar el sándwich que llevaba en la mano, y te miró por un momento. Lo suficiente como para que tus ojos se abrieran como platos y tus rodillas acompañasen el temblor de tus manos.

Erase meOnde histórias criam vida. Descubra agora