//33. II//

13.4K 688 1.8K
                                    

Como si hubieran pasado cien años desde que se separó de tu boca hasta que escuchaste su voz vibrando contra tus labios, abriste los ojos.

—¿Esto te parece una mentira, Ina? ¿Te parece falso?

Si hubieras asentido o si te hubieras apartado en ese momento, quizás tu noche habría sido distinta. Pero, sin saber si se debía solo a que necesitabas creerlo, negaste con la cabeza.

Y caíste al abismo que eran sus labios una vez más. Un abismo que se hacía más y más grande, más hondo...

Porque no podías más. Estabas harta de contenerte, harta de fingir, harta de no admitir que lo único que querías era estar con él.

Para bien o para mal: has cambiado.

Eso te hizo saber el pequeño gesto de tu mano, que invitó a que Jungkook se acercase más a tu cuerpo, exhalando contra tu boca cuando enredaste tus manos en su pelo. Sus manos palparon tu cintura, bajaron por tus caderas y... subieron a tu cuello.

—Ina... —te avisó de forma ronca, mientras seguías dando pequeños besos contra sus labios—. Necesito... t-te necesito a ti... te necesito muchísimo —murmuró, rodeando tu espalda con sus manos.

Y tú, en respuesta, agarraste sus manos para internarle contigo en esa fría recepción. Jungkook te siguió como un muñeco sin voluntad, pegado a tu espalda. Y solo pareció reaccionar cuando, una vez en el ascensor, repetiste ese número para que él mismo marcase la planta; tú estabas muy ocupada besándole de todas formas...

Ni te diste cuenta de cómo llegasteis al piso correcto, ni supiste cómo, en medio de los besos acelerados, urgentes y casi violentos, pudiste dar con la tarjeta en tu bolso lo justo para que el moreno te la quitase y abriese la puerta más rápido de lo que le habías visto hacer nada en la vida.

Los golpes se sucedieron una y otra vez mientras le empujabas contra la pared solo para hundir más tu boca en él, para poder tocarle a tus anchas y sentir su piel ardiente contra la palma de tus manos.

—No... —se negó en redondo, parando tus manos cuando te disponías a quitarte la camiseta, ocupando el lugar que dejaron—. De eso me encargo yo —gruñó levemente, siendo él quien te pegaba contra la pared esa vez, cumpliendo su pequeña amenaza al levantar tu prenda para sacarla por tu cabeza y hundir de inmediato sus dientes en tu cuello.

—Jung... m-me encanta que me muerdas —confesaste perdida en el momento, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza contra la pared para concentrarte en los mordiscos cada vez más fuertes que repartía por tu piel.

—Y a mí me encanta hacerlo, Innie... —exhaló, agarrando tus caderas con ambas manos para frotarse contra ti.

No fue difícil notar su erección clavándose contra la tela de tus pantalones; tela que, por otra parte, sentías de más a esas alturas...

Se os estaba yendo de las manos. Todo. Ni siquiera lo notaste enterrada en su piel, en su olor...

—Innie... Innie —se quejó con un gemido agudo y tembloroso cuando, sin que lo esperase, bajaste tu mano a ese bulto que se marcaba en su pantalón.

—Quítatelos ya, Jungkook-ah, no aguanto más —le pediste suplicante.

—Joder, Innie... no me lo pongas tan difícil —murmuró con voz ronca—. No te la voy a m-meter sin más... —anunció, nervioso por la manera en que apretabas su erección.

—No vas a aguantar sin metérmela, te lo aseguro...

—¿No? —preguntó, mordiéndose los labios sonriente. Negaste lentamente con la cabeza, rozando la punta de tu nariz con la suya y... lamiendo sus labios de arriba abajo—. A lo mejor tienes razón...

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora