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Quizás esa fue la caminata a casa más incómoda en toda la vida de ambos chicos

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Quizás esa fue la caminata a casa más incómoda en toda la vida de ambos chicos. Iban en silencio, con las miradas al frente y los labios apretados. Emilio llevaba las manos en los bolsillos de su sudadera, con la cabeza llena de pensamientos.

¿Ese era el plan de Alejandro desde un principio? ¿Invitarlos a comer yogurt de helado para luego irse con Joaquín? De todas formas, ¿él sabía que trabajaba ahí?

- Hyung...

- ¿Uhm?

Joaquín se detuvo, dejando que Emilio caminara hasta acercarse a su lado y luego seguir caminando junto a él. Sus manos jugueteaban con el final de su playera, mordiendo su labio nerviosamente.

- Lo que pasó el otro día...

- No importa - interrumpió -. Sólo fue un accidente.

- Sí... - agachó la cabeza - Sólo... Fue un accidente.

Silencio.

Uno incómodo.

Demasiado.

- No sabía que trabajas ahí. De hecho, no sabía que Dylan tuviese un local familiar.

- Sí, abrieron hace poco y no tenían personal, así que me ofrecí - se encogió de hombros -. Es divertido, además tengo cupones gratis.

Rió leve, rascando su nuca nervioso cuando Emilio no dijo nada.

- Creí que paseabas perros.

- Ese es el trabajo de Ethab, pero ese día se le acumularon muchos clientes y nos pidió ayuda.

Emilio asintió. Ese chico, tan tierno, tan amable, tan dulce, tan... Perverso.

- De hecho, en unas horas tengo un turno en un 24/7 cerca de aquí.

- ¿Y cuándo descansas? - lo miró como si fuese un bicho raro.

Joaquín lo pensó. - En... Lunes en la madrugada.

Emilio alzó ambas cejas. Eso quería decir que saliendo del trabajo regresaba a casa, hacía lo que podía y después iba a la escuela a las ocho, para luego salir y regresar al trabajo. Eso, era algo que definitivamente no soportaría.

- Que dura tu vida, no quisiera ser tú.

Joaquín se rió, haciendo desaparecer sus ojos al tiempo en que sus dientes se dejaban ver y un rubor se pintaba en sus mejillas. Emilio lo miró reír, la manera en que agachaba la cabeza, tapaba su boca con una mano, mientras que la otra peinaba sus cabellos. Era lindo, Joaquín en verdad era lindo.

Y perverso.

- Bueno, aquí vivo - se detuvo frente a una pequeña casa de un piso, de paredes blancas apenas siendo pintadas y un jardín delantero con un par de pequeñas flores.

- Ya - Emilio miró la casa, era demasiado diferente a la suya. Las paredes parecían desgastadas, las ventanas pequeñas, el pasto apenas creciendo -. Adiós.

Siguió caminando, hasta que la voz de Joquin lo interrumpió. Entonces se giró, mirándolo.

- Gracias por... Acompañarme - agachó la mirada, volviendo a rascar su nuca nervioso.

- No fue nada - volvió a retomar la caminata.

- ¡Ten un buen día! Y aceleró.

Como siempre.

Joaquín escuchó las puertas automáticas cerrarse, dejando ir al último cliente de esa noche

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Joaquín escuchó las puertas automáticas cerrarse, dejando ir al último cliente de esa noche. Recargó su codo en la caja y su barbilla en su mano, sus ojos se sentían pesados y no podía mantenerlos abiertos por mucho tiempo. En verdad estaba cansado, ese día había sido muy largo.

Miró el 24/7 vacío, el único sonido eran el de los refrigeradores transparentes funcionar. Entonces cruzó sus brazos sobre la caja, cerrando los ojos unos momentos. Pero el sonido de la puerta dejando entrar a otro cliente lo hizo quejarse, se levantó agotado, viendo a un tipo de gorra y cubrebocas mirar por el lugar.

- Buenas noches.

- Buenos días - respondió el otro.

- ¿Emilio hyung? ¿Qué, ya es de día? - talló su ojo izquierdo, ahogando un bostezo. Miró su reloj, y sí, en unos minutos amanecía.

- Sí. Como sea, sólo vine por algo - Emilio caminó por los pasillos, mirando los productos hasta llegar a uno de los refrigeradores.

Joaquín lo miró, o trató, ya que el sueño comenzaba a ganarle. Estaba por dormirse, hasta que algo dejándose en la caja lo levantó de golpe, miró a Emilio y luego al vaso de café. Escribió el código en la computadora.

- 25... - bostezó - wons.

Emilio los pagó, mirando los movimientos de Joaquín.

- Buen día Joaquín Oppa - una chica saludó alegre -. Te ves cansado.

- Buen día Lin, y sí... Lo estoy.

Emilio seguía ahí.

- Ya puedes irte Oppa, es mi turno.

Joaquín asintió, rodeando la caja y saliendo del local, despidiéndose de la chica. Escuchó los pasos de alguien tras suyo, pero estaba tan cansado que decidió ignorarlo. Incluso casi tropezaba, si no fuera por los brazos de alguien más.

- Debes tener cuidado.

- Gracias hyung... - miró la mano sosteniendo su brazo - Puedo caminar solo.

- No te soltaré hasta llegar a tu casa

- No te soltaré hasta llegar a tu casa

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✩Sweetie✩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora