ღ Capítulo 20 ღ

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Bastantes días habían transcurrido desde la muerte del padre de los tres muchachos, de hecho, se contaba casi un mes de aquello. Por parte de 'protección infantil' los niños fueron incluidos en el programa de salud mental, con terapia psicológica gratuita. Aquello les había ayudado a calmar sus miedos y abrirse respecto de sus traumas y vivencias, dando paso a una mayor tranquilidad. Sin embargo, quien estaba muy lejos de presentar mejoras, era la madre de los pequeños. Su consumo de alcohol incrementó notoriamente, dando como consecuencia una actitud cada vez más arisca hacia los muchachos, haciéndoles sentir vulnerables una vez más. Por las noches, desaparecía de casa dejándoles solos y desprotegidos.


Eran esos los momentos en que Horacio aprovechaba para dejarles comida, dulces, y brindarles compañía a los pequeños. Aquel era el momento más esperado por ellos, cuando podían contarle cómo se sentían, y recibir el tan ansiado afecto. A veces, el tiempo escaseaba, por lo que era Viktor quien llevaba y traía de vuelta al peliazul, uniéndose a las visitas clandestinas que llevaban a cabo. Disfrutando los cinco de un momento especial, como si de una hermosa familia se tratase, intentando ignorar el contexto que les rodeaba.


Sin embargo, aquella tarde de día sábado fue distinta. Viktor tocaba la puerta del joven profesor para llevarle como cada tarde a casa de los pequeños, pero al abrir, fue recibido por un decepcionado Horacio. Su rostro lucía triste, y le entendió cuando supo la razón. -Esta noche ella no ha salido, no podremos visitarles- soltó con voz acongojada y formando un puchero. Volkov comprendía su malestar respecto de la situación, sabía cuánto ansiaba el de cresta ver a los pequeños cada día y mimarles. Y, aunque no lo reconociera en voz alta, para él también era un momento esperado, pues sentía que por fin no estaba sólo.


-¿Q-quieres p-pasar?- una torpe y nerviosa pregunta proveniente de Horacio interrumpió sus pensamientos. Hacía mucho tiempo no pasaban tiempo los dos solos, y sintió que tal vez les haría bien compartir juntos una vez más.


El comisario asintió ansioso, se seguía sintiendo agitado en presencia del moreno, y más aún en una situación así. Al ingresar al hogar, vió las bolsas de comida y dulces que había preparado el peliazul para los pequeños aquella noche. No podrían ser llevadas hoy. Se sentó en el sofá, y al ver acercarse a Horacio, estiró sus brazos en petición de un abrazo. Sin pensarlo mucho, éste se sentó en las piernas del ruso, acurrucándose en él y disfrutando de su calidez. Viktor seguía nervioso, con una sonrisa tonta en su rostro. Definitivamente extrañaba esta clase de interacción con el de cresta. Depositó tiernos y lentos besos en el hombro y cabeza de Horacio, aspirando su aroma.


El joven profesor elevó su rostro, quedando de frente, ambos estaban sonrojados, era una imagen extremadamente dulce. Rozó sus narices generando sonrisas en ambos. Estaban perdidos en la mirada del otro, totalmente hipnotizados. La mano de Volkov acariciaba con delicadeza la mejilla del de cresta, haciendo que éste cerrara los ojos disfrutando de sus mimos.


-¿Sabes?- habló tímidamente el moreno, -Me gustaría probar cosas nuevas...-Los ojos del ruso se abrieron por completo, malentendiendo sus palabras mientras su mente imaginaba escenas atrevidas.

Tuvo que aclarar su garganta para interrumpirle, -H-horacio, a q-qué se refiere con p-probar cosas nuevas?- su rostro completamente rojo hizo estallar de risa al susodicho, comprendiendo lo que había ocasionado.


Entre risas, el de cresta explicó -No me refería a 'eso' específicamente- se removió sobre las piernas de Volkov quedando en el mismo lugar. -Es sólo que...pues, desde que te conozco...siento que puedo ser yo mismo y...- continuó viendo que le miraba atento, -Me aceptas tal como soy, incluso si mi pelo o forma de vestir se alejan de lo típico.- una caricia en su cresta le instó a seguir. -Y tengo ganas de hacer cosas nuevas, sin miedo a que me hagan sentir raro-


Con una dulce sonrisa Viktor Inquirió -¿Qué cosas te gustaría probar?- el moreno, dubitativo y con sus mejillas sonrojadas, tardó un poco en responder, puesto que aún se sentía inseguro de sí mismo y de sus ideas.-Me gustaría tal vez hacerme un tatuaje, o un piercing...o muchos- dijo en voz bajita. Viktor entendió que no había vuelta atrás respecto a sus sentimientos por Horacio, cuando aún imaginándolo repleto de tinta y perforaciones le veía como el hombre más dulce del universo.


-Horacio, de cualquier manera te verás hermoso- el mencionado formó una mueca fingiendo indignación. -¿Cómo que hermoso? Pero si yo quiero intimidar!- La carcajada de Volkov resonó en todo el espacio, haciendo que el de cresta se escondiera en su cuello, soltando un quejido de falso enojo. Viktor tomó su rostro entre ambas manos, mirándole a los ojos -De cualquier manera me vas a encantar, tienes mi apoyo en todo lo que desees hacer- le susurró sobre sus labios, para luego juntarlos lentamente en un beso cargado de cariño. Continuó depositando tiernos besos sobre el rostro del moreno, hasta que éste le miró esperando decir algo más. Volkov le miró expectante. Un dedo de Horacio le recorrió nerviosamente su hombro y cuello.


-Y...¿q-qué opinas d-de las faldas?- se produjo un silencio entre ambos.

-¿C-cómo?- fue lo único que pudo verbalizar el comisario. Su cerebro había dejado de funcionar, sólo podía oír su propio corazón latiendo salvajemente.

-Que si...usara faldas, qué dirías?- Volkov jadeó por la sorpresa al comprobar que lo que había asumido entender estaba correcto, y tragó dificultosamente, su rostro estaba completamente rojo. No podía frenar su mente de imaginar a Horacio con todas las faldas posibles, aquello era un festín en su mente, sus manos comenzaron a sudar y su respiración se hizo irregular.


El peliazul no entendía qué estaba pasando por la mente del comisario, se asustó de pensar que había odiado la idea y sintió la necesidad de explicarse, aunque sus palabras salieron caóticamente por su nerviosismo. -Es q-que la gente siempre ha visto feo que un hombre use faldas, pero me parece que son prendas hermosas y que t-tal vez podría verse bien si las combino correctamente aunque... aunque ya no estoy tan seguro de nada y no sé qué e-estoy diciendo...p- Fue interrumpido.Los labios del ruso posados sobre su cuello devorándole con desesperación y efervescencia le obligaron a detener sus palabras para reemplazarlas por melodiosos quejidos, entendiendo que muy por el contrario a lo que había pensado, a Viktor la idea le había parecido brillante, y el pobre ya no podría sacar de su mente aquella grata imagen de sus apetecibles muslos cubiertos únicamente por un trozo de tela.


Y así fue. Aquella idea le caló tanto al peligris, que se vió a sí mismo días posteriores, después de su turno, paseando por el centro comercial en busca de una falda para Horacio. -Ésta le va a encantar- decía para sí mismo, orgulloso por su compra.

Volkacio AU - Teach me how to loveWhere stories live. Discover now