ღ Capítulo 31 ღ

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Estaban ambos recostados, apoyados en uno de los enormes árboles alrededor de aquel precioso lago en mitad del bosque. Volkov ocultaba su rostro avergonzado entre sus manos, haciendo reír a Horacio.
-No puedo creer que arruiné la petición con mis tontos balbuceos, soy un idiota...estuve semanas preparándome respecto a qué hacer y qué decir... y no logré ni decir la mitad- murmuró el comisario.
La divertida risita que soltó el de cresta le obligó a mirarle. Sus ojos reflejaban una afectuosa ternura que lograba calmarle, definitivamente deseaba pasar el resto de su vida al lado de aquel hombre.
-Pues a mí me encantó Vik, todo lo que hagas me parece perfecto- soltó en una voz enamorada, casi en un suspiro. -Y quiero que sepas que me hace infinitamente feliz que me hayas pedido hacer lo nuestro oficial en un lugar tan lindo e íntimo como éste-
No podían apartar su mirada del otro, les era físicamente imposible. Sus narices chocaban con dulzura, jugueteando entre sonrisas cómplices.
La mano de Volkov se posó delicadamente sobre la mejilla del peliazul, rozando sutilmente sus labios con los del moreno. Con su dedo pulgar le acariciaba sin prisas, mientras sus cálidas respiraciones chocaban. Sintieron todo detenerse a su alrededor, sólo eran ellos, sintiéndose y disfrutándose. Horacio atrapó los labios del comisario, con lentitud, haciendo que ambos cerraran sus ojos para disfrutar de aquel sedoso toque. El sonido de la naturaleza no lograba sobresalir por sobre el delicioso ruido del vaivén sus bocas húmedas. El beso que había comenzado con ternura e inocencia comenzó a tomar un tinte sensual, sumando sus lenguas en un erótico baile que les estaba haciendo perder la razón.
Un pequeño quejido fue soltado involuntariamente por el peliazul, necesitaba más, quería tomar todo de aquel ruso y nada se lo impediría. Posó con seguridad su mano sobre el miembro de Volkov, sin separar sus labios, y le escuchó gemir deliciosamente ante su atrevido toque, invitándole a continuar.
Podía sentir cómo crecía su erección bajo el continuo movimiento de su mano, se le hacía agua la boca, deseaba probarle una vez más sin importarle dónde estaban, no podría aguantar más.
Hábilmente, desabrochó con una mano el pantalón del peligris, liberando aquel endurecido miembro que clamaba por algo de atención. Horacio rompió el beso, dirigiendo su boca hasta el jugoso trozo de carne, depositando cortos y lentos besos en la punta y longitud de éste. Los suspiros de Volkov le confirmaban que iba por buen camino. Pasó su lengua por cada una de las venas que sobresalían, sintiendo la mano del ruso sobre su cresta, acariciándole. Atrapó el glande en su húmeda boca, moviendo su lengua en círculos sobre éste, oyendo los primeros gemidos que estaba soltando el comisario. Poco a poco, comenzó a introducir el resto del miembro, incluyendo deliciosas succiones cada vez que levantaba su cabeza.
Volkov se estaba desesperando por la lentitud de sus movimientos, por lo que tomó con ambas manos el rostro de Horacio, marcándole un ritmo muchísimo más rápido, cosa que a ambos fascinó.
Los graves gemidos del ruso resonaban a su alrededor, deleitando al de cresta, quien amaba ese caliente sonido.
Viktor, con sus ojos cerrados y cabeza inclinada hacia atrás, disfrutaba de sobremanera al sentir la cálida boca del peliazul jugando con su erección, el obsceno sonido de su saliva y las succiones elevaban la rica sensación incluso más, haciéndole sentir que explotaría en cualquier momento.
Apresuradamente, alejó a Horacio de allí, volviendo a besarle desesperadamente mientras luchaba por quitarle el pantalón, siendo ayudado por este mismo a lograr su cometido.
Miraron por última vez a su alrededor para asegurarse de estar completamente solos. Una vez hecho esto, decidieron continuar, sabiendo que debían ser rápidos de todas maneras.
Horacio ya desnudo en su parte de abajo, posó cada pierna a los lados del peligris, quedando a horcajadas sobre él. Sin perder tiempo, atrapó algo de saliva en su mano y la depositó sobre el miembro de Volkov, posicionándolo posteriormente en su entrada.
Viktor tomó a Horacio por la cintura, besándole agitadamente, quería sentirle sin demoras. Sostuvo su peso mientras, con una inquebrantable lentitud, se introducía en él.
Horacio estaba apoyado en los hombros del peligris, soltando dulces quejidos de placer sobre los labios de éste, mientras le sentía cada vez más adentro, disfrutando de aquel paciente y sensual proceso.
Una vez estuvo completamente dentro, Viktor bajó sus manos hasta el redondeado trasero del moreno, apretando y pellizcando exquisitamente sus carnes y provocando que soltara aún más jadeos y quejidos de excitación. Profundizaron el húmedo beso, que recibía los gemidos de ambos, sobretodo cuando Horacio comenzó un sensual vaivén, generando la fricción mas deliciosa que hayan experimentado ambos.
Con sus manos aún en las nalgas del peliazul, agarrándolas con brusquedad, Volkov ayudaba a intensificar cada estocada, llevándoles al éxtasis absoluto. Sus mentes nubladas y cuerpos sudados danzaban lujuriosamente entre la melodía de sus cuerpos frotándose.
Impaciente, Horacio aceleró el ritmo, saltando ágilmente sobre la erección del comisario. Aquello hizo que lograra encontrar el punto exacto donde el miembro de Volkov chocaba exquisitamente contra la zona más sensible del peliazul, teniendo que cubrirle la boca con su mano para acallar los ruidosos gemidos que éste soltaba.
Lágrimas de placer eran visibles en los ojos de Horacio, aquel roce en su interior le estaba llevando al límite. Miró directamente a los ojos del peligris admirando su rostro, sus pupilas dilatadas, mejillas sonrojadas y los intensos jadeos que liberaban sus finos labios. Esa imagen creó en él una onda de calor y placer que invadió su ser lujuriosamente.
Volkov sintió la boca del peliazul sobre su cuello, besando, mordiendo y lamiendo todo a su paso mientras seguía saltando sobre su miembro incansablemente. Oía los gimoteos del de cresta interrumpiendo los besos que propinaba en su lechosa piel, desesperándole deliciosamente.
Apretando toscamente las nalgas del moreno, marcó un ritmo aún más intenso y profundo que ninguno lograría soportar por más tiempo.
Entre gemidos y gruñidos estallaron los dos en un placentero orgasmo, derramando sus blancos y calientes fluidos, sintiéndose liberados.
No fueron capaces de dejar de besarse, tiernamente sus labios seguían acariciándose, llenándose de dulces toques, mimándose entre suaves risitas que soltaban. Sus corazones se regocijaban en la mera existencia del otro, pudiendo sentir el calor en sus pechos, ardiendo de la felicidad de estar junto a su ser amado compartiendo tan íntimo momento.

Volkacio AU - Teach me how to loveWhere stories live. Discover now